sábado, 23 de enero de 2010
Poema de Boris Espezúa
CAZADOR DE GRILLOS
A Beto, Liliana, Walter, Simón,
Hugo y Fernando (In Memorian).
Por el taller de poesía.
No es la vida la que hace a los hombres sino
sus trampas,
cada uña rota no es del cuerpo vivido, sino del
cielo arañado que se quiso vivir.
La lluvia de abril no ha mojado el camino,
sino el tiempo que lo ha embarrado de recuerdos
y lamentos.
El hombre tiene ojos henchidos de pocos
afectos que se eternizan en los ponientes
ve, el dolor nocturno de amores intermitentes,
los mudos vientos al contorno de labio,
la cabeza girando demente en las sombras,
la frente manchada de ignotos besos,
los deseos ardorosos, móviles de pecados y delitos,
pensamientos extendidos en la entraña de una canción
horrísona, el descalzo de una mirada fatigada de atravesar
los muros, la boca del abismo acercándose a los huesos del
pavor, unas llaves oxidadas para abrir el vacío del aposento
al fondo una delicada luna que traza de azul profundo el
paisaje.
Al cese del miedo el hombre lanza un gemido y desdibuja
su palidez.
No es la furia de los truenos los que lo persiguen
sino su conciencia turbada de ceniza.
¿En qué esquina sin refugio anduvo escapándose para
aprisionarse?
¿En qué barro hundió los zapatos del optimismo y la
noche desató su aguacero?
No es la canción quién toca su hueso, es la rosa que
con su resplandor lo ha sacudido.
no es el muñeco de madera quien está herido,
es el crepúsculo quien rompió sus sueños.
La espiga sin grano besa la tierra y el lloro del río,
con el ave lejana fragua los olvidos en el zócalo del
invierno, en el lomo de los años.
¿En qué destierro cruzaste los vientos y atormentaste
tu alegría que nunca tuviste?
¿En que abrazo dejaste tu vida para recibir esta
residencia ajada de poemas y ausencias rotas?
El hombre está listo,
para despedirse del mundo y enlutar los girasoles.
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