jueves, 28 de enero de 2010

Literatura última en Puno


La narrativa puneña: primera década del siglo XXI

Escribe: Feliciano Padilla

Entre septiembre y octubre del año que corre, Puno se ha visto gratamente inundado por una crecida poco común del Titikaka. Se trata de una suerte de floración intelectual que consolida con creces el prestigio de la literatura puneña. Y este desbordamiento es muy loable por cuanto tiene relación con un género (la narrativa) que la crítica valora por debajo de la poesía cuya reputación nadie discute. Pues, en esta ocasión, se han podido registrar hasta seis libros de cuentos que revelan el buen momento que atraviesa la narrativa puneña.

El prestigio de la poesía puneña tiene fundamento en las espléndidas poéticas de Gamaliel Churata, Alejandro Peralta, Luis de Rodrigo y Carlos Oquendo de Amat, cuyas obras constituyen aportes notables de la poesía altiplánica a la literatura peruana e hispanoamericana. Siendo así es explicable que la poesía de los vates del Grupo Carlos Oquendo de Amat, los poetas de los setentas, de fin de siglo y del siglo que vivimos tenga una calidad reconocida por propios y extraños.

Sin embargo, la narrativa no ha tenido una tradición similar. Y si algo ha quedado de las primeras décadas del siglo XX no se trata de textos que hayan alcanzado la condición de hitos en la narrativa peruana. En la etapa de iniciación podemos mencionar principalmente a Emilio Romero Padilla, Mateo Jayka, Román Saavedra y Vicente Achata. Y en la etapa que yo llamo de consolidación, se tiene a Luis Gallegos, Omar Aramayo, José Luis Ayala, Zelideth Chávez, Jorge Flórez-Áybar, Waldo Vera y Jovin Valdez, cuyas obras han conquistado un lugar expectante en la narrativa peruana. Escuché esta pregunta por los corrillos: ¿Y qué se ha consolidado para denominar a esta etapa como tal? La pregunta es válida; por tanto, requiere una respuesta puntual. El cuento y la novela son, básicamente, estructuras y; en primer lugar, este aspecto es lo que se ha consolidado. No puede negarse que, desde los ochentas, los textos narrativos abandonaron la estructura aristotélica de exposición, nudo y desenlace. Así mismo, el lenguaje se alejó del descriptivismo y paisajismo que produjeron relatos telúricos durante varias décadas. Acorde con el desarrollo de la sociedad puneña, el escenario cambió del campo a la ciudad y el “indio” no fue ya el personaje obligatorio de la narrativa. En su lugar se inserta el habitante de las ciudades en su condición de obrero, empleado, estudiante universitario, docente, funcionario, etcétera. El uso de técnicas modernas de narración y la descripción interior de los personajes son elementos a tomarse en cuenta para diferenciar una etapa de otra. Hoy el cuento no puede ser menos que eso.

Por otro lado, la consolidación del cuento y la novela puneña no es un fenómeno aislado. Es parte de una eclosión importante de narradores peruanos que, gracias a la investigación y el trabajo permanente lograron construir una narrativa andina de gran calidad, considerada por algunos críticos, como mejor que la que apareció por aquellos años en la Gran Lima, con excepción, naturalmente, de Vargas Llosa y Bryce Echenique. Estamos hablando de Óscar Colchado, Crónwell Jara, Mario Ambrosio Malpartida, Andrés Clod, Samuel Cárdich, Enrique Rosas Paravicino, Mario Guevara, Luis Nieto Degregori, Jaime Pantigoso, Miguel Arribasplata, Pilar Dughi, Dante Castro y otros. Se trata de una pléyade de maestros en el arte de narrar que coparon las antologías de narrativa peruana y tuvieron acceso al premio Copé que terminó de consagrarlos a nivel nacional e internacional.

Bien, ahora continuemos con el tema. Decíamos: Hay una generación de jóvenes narradores cuyas obras garantizan la continuidad de lo logrado en la etapa anterior. Dialécticamente, corresponde hacer una literatura de mayor envergadura y esa es la responsabilidad que las nuevas generaciones cargan sobre sus espaldas. El tiempo que es sabio dirá su veredicto y es de esperar que ubique a cada generación en su lugar. Por ahora, es plausible observar que esta generación constituida por Christian Reynoso, José Luis Velásquez, Walter Bedregal, Darwin Bedoya, Miguel Ángel Cáceres Calvo, Adrián Cáceres Ortega, Javier Núñez, Juan Carlos Ortiz, Bladimiro Centeno y Julia Chávez viene investigando y trabajando arduamente para convertirse en representativa de esta etapa de la historia de la narrativa puneña. Desgraciadamente, lo que parece caracterizar a esta hornada de escritores es la dispersión, el aislamiento y la falta de iniciativa para emprender acciones conjuntas importantes. Tengo la sensación de que algunos de estos jóvenes pretenden ocupar lo que el “destino” les tiene deparado sobre la base de una lucha generacional obtusa, ciega y estéril, cuando lo que debe hacerse es asumir la vocación literaria con seriedad.

Como se dijo, entre los meses de septiembre y octubre, Puno ha recibido con mucha complacencia la publicación de obras importantes como “Mi hermana menor” de Wálter Bedregal Paz, “Salomé y otros cuentos” de Javier Núñez, “Bajo la lluvia” de Juan Carlos Ortiz, “Aunque parezca mentira” de Darwin Bedoya, “De picnic y otros relatos” de Miguel Ángel Cáceres Calvo y “Días Secretos” de Bladimiro Centeno Herrera. ¿Habría una mejor manera de rendir homenaje a Puno en su fiesta jubilar? La respuesta es obvia. Nos sentimos complacidos con los frutos de esta crecida del Titikaka. Si es así, que nos ahogue la inundación con obras tan pulcramente editadas y producidas al amparo de la posesión gradual de un corpus teórico valioso.

Los libros que mencionamos responden a distintos estilos, ritmos y atmósferas; pero, los vincula el uso de un aparato formal cada vez mejor logrado. El dominio de la estructura y el lenguaje, como no podía ser de otro modo, se nota más en unos que en otros escritores; sin embargo, es evidente el afán de superación de todos ellos, cuya edad oscila entre los 26 y 39 años. Algunos textos que leímos de estos seis libros nos permiten afirmar que los cuentos combinan discursos ficcionales y no ficcionales cuyo propósito es mostrar los imaginarios y la creatividad de una sociedad inmersa en un proceso incesante de modernización directamente articulado a otros focos de desarrollo económico, por lo que, el universo narrativo se amplía (tal como ya venía sucediendo) de un ámbito local a otros escenarios distintos y distantes. Es, igualmente, rescatable, la preferencia que estos jóvenes narradores tienen por la abstracción, la descripción sicológica y la incorporación gradual de elementos fantásticos.

Quizá en un futuro cercano me atreva a hacer alguna reseña acerca de cada uno de estos textos. Por ahora, en mi condición de escritor, saludo orgulloso la aparición de estas obras tan importantes y con ellas, si así me lo permiten sus autores, rindo homenaje a Puno en este 04 de noviembre, que por fuerza de la tradición, ha sido instituido como aniversario de la ciudad.

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