miércoles, 27 de enero de 2010

El barco ebrio: Literatura y prensa digital ¿solución a la exclusión?

Escribe: Alfredo Herrera Flores*

Los procesos de desarrollo tecnológico que vive la sociedad global han dado los últimos años pasos gigantescos y violentos. Los primeros diez años del siglo veintiuno han estado dominados por el veloz incremento de los niveles de intercambio de información en todo el mundo, haciéndose realidad el anuncio de que las nuevas autopistas de la información darían como resultado el nuevo orden mundial, previsto por las Naciones Unidas a principios de la década de los ochenta del siglo pasado.

Esa gigantesca autopista de la información es el sistema de comunicaciones electrónicas de internet, que más allá de ponerse de moda, ha cambiado sustancialmente los parámetros de acceso a la información y la cultura en todos los niveles y sectores de la sociedad mundial. Por supuesto, nuestro país no es ajeno a estos cambios y está marchado casi al ritmo que exige el gigantesco y complejo aparato de las comunicaciones, y dentro de ese ritmo los medios de comunicación han hecho sus propios esfuerzos para no quedar a la zaga y, por ende, en lo que se ha comenzado a llamar la prehistoria de la información.

La influencia de este proceso ha afectado especialmente a dos campos de la cultura en general, la literatura y la prensa. Otras áreas del conocimiento humano y del desarrollo como la economía o la agricultura, por ejemplo, también se han visto muy beneficiados por la nuevas formas de comunicación y transmisión de ideas y datos, pero aún así su influencia no es tan decisiva como cuando se trata de literatura y opinión pública.

Y es que la literatura y la prensa han sido, desde el inicio de los tiempos de la cultura, los que más han influido tanto en la concepción del mundo por parte de los miembros de una comunidad como en la toma de decisiones por parte de sus líderes y gobernantes. La idea de que solo algunos privilegiados tenían acceso a la educación, y con el paso de los tiempos a la literatura y la prensa, ha quedado en desuso, pues ahora cualquier persona puede acceder a ellas con solo presionar un botón. A pesar de que a lo largo del mundo hay aún grandes cinturones de pobreza que no tienen oportunidad de siquiera acercarse a ese mágico botón, esos sectores ya están representados o son vistos en su cruda realidad precisamente gracias a la tecnología de la información.

El internet ha cambiado hábitos de comportamiento en la familia, los centros de estudios, los lugares de trabajo y hasta en las relaciones sociales, ha modificado el lenguaje, está desplazando a pasos agigantados a la televisión y haciéndose más dañina, quiere desaparecer al libro y hasta está atrofiando la capacidad creativa de los niños, pero al mismo tiempo está poniendo la información, instantánea y real, en todos los rincones de la tierra.

Gracias a esta velocidad de información y posibilidades de acceso, muchos sectores que antes no tenían posibilidad, por ejemplo, de leer dos o tres diarios, pueden hacerlo ahora desde cualquier terminal de computador que esté conectado al sistema; los estudiantes que deberían hojear varios libros para escribir sus ensayos ahora pueden acumularlos en un pequeño dispositivo que además le sirve de adorno; los ciudadanos que no podían opinar sobre las noticias que leen en los periódicos o escuchan en la radio y la televisión ahora pueden hacerlo en las páginas virtuales de estos medios; hasta padres e hijos que viven en diferentes países y que debían esperar el fin de mes para ser conectados por teléfono desde una central, ahora pueden hablar a cualquier hora del día y además verse las caras, sonreírse y llorar juntos. Nada es imposible.

El concepto de primicia, por ejemplo, ha cambiado en los diccionarios del periodismo moderno. Ahora ya no es importante quién tiene primero una noticia sino quién la dice mejor, cómo la dice y qué logra con lo que dice. El periodismo escrito se está mudando de las grandes y bulliciosas salas de redacción a la comodidad de una oficina, o a la casa del redactor o al mismo lugar de los hechos. El joven que debía esperar mucho para poder publicar sus primeros poemas en una revista de literatura ahora pude hacerlo en cualquier bitácora electrónica y considerarse un escritor editado. Pero sobre todo, quienes por mucho tiempo fueron excluidos de los procesos de intercambio de información hoy pueden convertirse en sus protagonistas. ¿Será que la literatura y el periodismo digital están resolviendo el problema de la exclusión?

Pero así como hace quinientos años, frente a la invención de la imprenta, algunos extremistas vieron la mano del diablo y se prepararon para enfrentar al libro, de la misma manera hay que prepararse para que la información digital no adormezca el cerebro de los jóvenes, no los induzca a la soledad y el suicidio colectivo y a distancia, no genere desencuentros y amplié la distancia de los afectos y, sobre todo, no nos convierta en sus esclavos.

La tarea es hacer cada vez más inclusiva la participación de todos los sectores de la población en la autopista de la información, preparase desde la escuela para saber utilizar adecuadamente los nuevos sistemas de transmisión de datos, información, ideas y cultura, ponerlos al servicio de las necesidades de la población, tarea que está en manos de quienes tienen más acceso y mejores oportunidades que otros al uso de estos nuevos sistemas. Los diarios y revistas, por ejemplo, sin dejar de ser impresos en soporte papel, pueden abrir más espacios para la opinión de los lectores en sus páginas electrónicas. La escuela, de otro lado, deberá hacer mayores esfuerzos para complementar la información dada en las aulas con clases electrónicas. Y el Estado tendrá que hacer los modos posibles para que el acceso a internet, a pesar de que ha superado en largo las primeras trabas y dificultades, pueda llegar con mayor facilidad y menor costo a las familias que aún están en situación de indefensión y vulnerabilidad, y por lo tanto excluidas de este proceso.

*www.lasillaprestada.blogspot.com

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