sábado, 23 de enero de 2010

Algunas anotaciones sobre la nueva narrativa puneña


EL BARCO EBRIO: Algunas anotaciones sobre la nueva narrativa puneña (II)


Escribe: Alfredo Herrera Flores

A raíz de algunos comentarios recibidos luego de la publicación del artículo sobre la nueva narrativa puneña, me veo en la necesidad, y obligación, de hacer algunos comentarios complementarios sobre el tema, a fin de redondear algunas ideas que parecen haber quedado sueltas en el texto.

La nueva narrativa que se escribe en el ámbito de Puno, que va más allá del criterio fronterizo o territorial, tiene algunas características comunes tanto entre sus autores como en la temática. Entre lo más destacable de estas coincidencias está el hecho de que las historias, ficciones en su mayoría, están ambientadas en la ciudad de Puno o en las ciudades aledañas y son señaladas con sus verdaderos nombres; sus personajes son nombrados con apelativos propios de la región y se mueven en el marco de situaciones también propias de la zona, como sus fiestas o paisajes; hay rasgos de erotismo en las historias, aunque hay el riesgo de que esto se convierta en lo más atractivo de lo que se cuenta y no la condición humana de sus personajes; otro aspecto común es que hay muchos más narradores jóvenes que los experimentados y sus ediciones tienen una calidad que nada tiene que envidiar de las editoriales limeñas.

Sin embargo, hay que anotar que los libros publicados por los autores jóvenes reflejan el proceso de maduración que está viviendo este género en Puno. Hay que esperar prudentemente para calificar el conjunto de sus obras, pues por ahora solo podemos destacar algunos atisbos de genialidad, de buen gusto y originalidad en las historias que se cuenta. Destacar, además, que aún no se vislumbra una posición política definida por parte de autores jóvenes, como sí se reflejan en autores mayores, como Padilla, Flórez Ayvar, Ayala y Aramayo, incluso Luis Gallegos, entre los principales, y Fidel Mendoza, entre los nuevos.

Otro tema es el gusto personal del lector respecto a la historia que le toca leer, y a pesar de ello algunos nombres comienzan a destacar, entre ellos el de Bladimiro Centeno, Christian Reynoso, Darwin Bedoya. La atención que la crítica le pone a determinados autores no siempre coincide con la de los lectores, ejemplos hay muchos, y por tal razón es mejor esperar, en lo que se refiere a los autores jóvenes, a que aparezcan nuevos títulos en los que se confirmará su calidad y, ojalá, su posterior trascendencia en el tiempo.

Precisamente este es otro tema. Atendiendo a una entrevista de José Luis Ayala sobre quiénes son los poetas jóvenes más importantes, respondo que es muy difícil decirlo porque hay muchos jóvenes y todos creen ser importantes, pero lo interesante no es escribir para ser importante, sino siempre joven. Quiero decir que la trascendencia en el espacio, más allá de las fronteras regionales o nacionales, y en el tiempo, mucho más allá del que nos toca compartir, no la marcamos los contemporáneos, sino quienes vienen después de nosotros.

Así, coincidimos en señalar que el más universal de los puneños es el poeta Carlos Oquendo de Amat, y junto a ellos Gamaliel Churata o Theodoro Valcárcel. Esa universalidad, o trascendencia, la reconocemos ahora nosotros, respecto a otros referentes que siguen siendo materia de debate ¿Es, por ejemplo, Mario Vargas Llosa más universal que José María Arguedas? ¿Son realmente universales? Esa universalidad se examina por que sus nombres, o sus obras, pueden ser reconocidos en cualquier parte del mundo, o porque su temática que aborda en sus obras es realmente la que concierne a todo el mundo. Sin embargo, no le hace a uno ser más universal que al otro, eso le atañe a quien se identifica con ellos, y por el momento, más allá de los nombrados, aún no hay un puneño que contemporáneo que alcance ese nivel de reconocimiento.

Pero en el proceso de alcanzarlo hay algunos pasos, o estaciones, por más simples que sean que pueden medir ese avance. Los premios, por ejemplo, aunque la gran mayoría dude, y con razón, de la objetividad de los mismos. En las últimas décadas han sido los poetas quienes mayores premios han recibido por sus obras, mientras que los narradores, o ensayistas, son los menos. Aunque esto no signifique mucho, por ahora, sí es un referente para reiterar que la narrativa puneña requiere consolidar una madurez que se vislumbra pronta.

Hay que destacar, nuevamente, los intentos de promover lectura y escritura en los niveles escolares y universitarios, que generalmente son intentos anónimos y efímeros, pero que pueden marcar un punto de inicio en el quehacer artístico de muchos niños y jóvenes. Alguien se preguntó si lo que se hacía en estos niveles podía llamarse literatura y qué tipo de literatura era, me atrevo a afirmar que sí es literatura y que es el germen de algunos nombres que no harán más que engrosar el caudal artístico que tiene Puno por una tradición ancestral y apuntar a fortalecer una cultura que no se rinde.

Otro, y más amplio, es el debate que alimentan los académicos sobre la mayor o menor importancia del indigenismo, por ejemplo, frente a otras corrientes o concepciones literarias, sociológicas o culturales. Por mi parte debo señalar que asumir el indigenismo no es atraso, sino por el contrario, dar un paso hacia delante siempre y cuando ese indigenismo contenga una mirada futurista sobre el problema no solo del indio, como resumió Mariátegui, sino de nuestra cultura en general. Somos andinos, no solo por nace en el Ande sino desde cualquier punto de vista, y eso refleja, querámoslo o no, tarde o temprano en nuestras palabras, nuestras ideas, y hasta en nuestras risas y lágrimas.

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