domingo, 13 de junio de 2010

Escuela, movimientos sociales e indigenismo en el altiplano una propuesta de Losé Luis Velásquez Garambel


Escribe: Jorge Flórez Áybar

Debe circular en breve el ensayo, Las luchas por la escuela in-imaginada del indio, del escritor José Luis Velásquez Garambel. El libro es polémico desde cualquier arista, porque se vuelve a tocar el problema indigenista. Son heridas que fueron abiertas en el siglo XVI y pese al tiempo transcurrido aún no fueron cerradas. Recordemos un poco nuestra historia: con la invasión de los españoles a nuestro territorio, cientos de etnias de nuestra América morena están desapareciendo paulatinamente. Como dice Bartomeu Meliá: estos pueblos agonizan cantando su muerte y cuyos cantos son la poesía de la lucidez, densa y brillante como un diamante.

¿Pero qué significó para el país la invasión de los españoles? Significó socialmente la destrucción de la estima colectiva porque políticamente cae el Estado Inca y culturalmente se desató el etnocidio más bárbaro que haya sufrido pueblo alguno, tan es así que no tuvieron tiempo para preservar sus valores materiales y culturales. Roa Bastos, en su compilación, Las culturas condenadas sostiene que La antropología ha planteado con precisión científica la inevitabilidad de la muerte de las culturas indígenas, pero las ciencias sociales se escandalizan farisaicamente cuando estos mismos análisis se aplican al examen de la desestructuración y creciente deterioro de las culturas nacionales. Esto por una parte; y por otra, se inventó una historia oficial llena de mentiras. A fin de cuentas, quienes fundaron la república del Perú no eran sino los hijos de los invasores. Por eso la república nació con el espinazo fracturado, partido, al no considerar a los habitantes del mundo andino. Y tiene razón Velásquez Garambel cuando sostiene que la escuela se ha convertido en el instrumento más eficaz para conservar la ideología del grupo de poder. Inicialmente la iglesia, a través de sus clérigos, aceleró la domesticación, sobre todo durante la colonia. El Lunarejo cumplió ese papel en el Cusco y más tarde con saña y crueldad el obispo Valentín Ampuero en Puno. Sin embargo, habría que destacar el negro papel que cumplió la Inquisición que fue el instrumento del orden porque significó el control de los libros, la eliminación de la libertad (torturó, persiguió, encarceló y asesinó), la destrucción de adoratorios y en su lugar pusieron cruces. Se repartieron los indios como si fueran otro tesoro encontrado en América. Sus integrantes, decían: Todo lo que se puede quemar, se quema luego, y lo demás se hace pedazos. El objetivo era borrar nuestra identidad y nuestro pasado.

Por otro lado, se ha inventado la categoría indio y después el término indigenista, ambos vocablos han servido durante siglos para distintos fines: políticos, culturales o sociales que desataron las iras más encendidas en debates que la historia registra minuciosamente. De sujeto logró convertirse en objeto. El polémico texto de Dorian Espezúa Salmón dice que el indio no existe. Entonces utiliza otra categoría, la alteridad (la capacidad de ser otro). O sea que una persona cambie su perspectiva por la de otro. Esto si que es un verdadero problema porque esa concepción del otro tiene que tomar en cuenta sus intereses, su ideología, sus costumbres, sus hábitos, etc., y eso es casi imposible. El mismo Espezúa expresa que el discurso indigenista es un discurso de frontera (o discurso mestizo) que no pertenece ni está en el núcleo de ninguno de los dos espacios semióticos en conflicto (occidental y andino), pero que intenta sincretizarlos (p.154) En conclusión, el indio no existe, pero habla de él con insistencia como si fuera un fantasma que lo persigue desde su infancia. Pero esa construcción textual al que se refiere fue encontrada desde dentro por el investigador José Luis Velásquez Garambel cuando sostiene que el indio sabe que no es indio, sabe que es aymara, quechua, aguaruna. Ahí esta el hallazgo más importante del ensayo: coherente, lúcido y real.

Por todo esto, No es posible imaginarnos una escuela para el indio-sostiene Velásquez Garambel-, desde una perspectiva india, mestiza o acaso indigenista. De ahí el título para este libro, con ello no pretendo asumir las ideas de Benedict Anderson o Mark Thurner. Sin embargo, para llegar a ese nuevo concepto tuvo que pasar muchas luchas, muertes, desarraigos que solo el hombre andino pudo soportar. Hubo programas educativos, aparentemente bien intencionados. Por ejemplo la educación Bilingüe tuvo un objetivo: superar el conflicto lingüístico en la sierra. Se buscó la normalización pero en el fondo se esta implementando la sustitución.

Otro aspecto importante que nos plantea en su obra es el referido a los movimientos sociales. Al respecto, José Luis Velásquez Garambel nos dice que La característica fundamental de la historia social de Puno es el conflicto entre haciendas y comunidades. Durante los siglos XIX y XX los grandes propietarios dominaron la tierra y la vida pública, y los conflictos con los campesinos se sucedieron unos tras otros. Y más abajo, agrega: Debido a la debilidad del Estado, el gamonalismo expresaba poderes locales con alto grado de autonomía, incluso con grupos armados propios que en ocasiones llegaron a enfrentarse al ejército nacional produciéndose a lo largo de la historia hechos violentos y sangrientos, porque los habitantes del mundo andino ofrecieron una actitud de resistencia. Como sabemos la resistencia implica el rechazo de los valores europeos, convirtiéndose en puerta abierta a la subversión. Y la literatura, antes que la historia, recoge estos episodios porque ella es el reflejo de la dicotomía sociedad y cultura donde importa en demasía la relación objeto-receptor. Cervantes tuvo un personaje muy querido, Ricote, porque encarnaba el símbolo de la ceguera religiosa y política de su época. El Quijote era un libro peligroso pero no se atrevieron a censurarlo y menos requisarlo. Y como dicen que detrás de cada obra hay un autor, un hombre de carne y hueso, un hombre con mucho sentimiento humano. Esa fue la configuración del gran Cervantes. En el Perú, González Prada, Federico More, Arturo Peralta, César Vallejo, Emilio Romero, José Antonio Encinas, Manuel Z. Camacho, Flores Galindo, José Luis Ayala fueron las plumas que denunciaron y exigieron mejores condiciones de vida. En los años 50, Alejandro Romualdo es el más radical de la poesía. Pensó que la poesía podía ser el instrumento para transformar políticamente el Perú de ese entonces. Ese proceso político de la poesía de los 50 culmina con Javier Heraud. Quizá la lucha emprendida por Túpac Amaru hubiera cambiado radicalmente el orden en el Perú, pero fue derrotado, porque su discurso no se convirtió en una pasión colectiva. Hubo traiciones. El escritor José Luis Ayala en su texto El presidente Carlos Condorena Yujra reclama una nueva historia frente a la oficial. Y denuncia que ningún español era dueño de tierras pequeñas o extensas, pero la administración colonial, previo pago, dio inicio al desmembramiento de los ayllus y luego, a través, de las encomiendas se dio el origen histórico de las primeras haciendas. Los hacendados manejaban un doble discurso, por ejemplo, Antonio Riveros. También observará esta actitud Rodrigo Montoya en su novela Tiempo de descanso. Después lo harán Luis Gallegos, Feliciano Padilla, Fidel Mendoza. Luego de estas disquisiciones creo que deberíamos centrarnos en la intención de Velásquez Garambel. Para él, los movimientos sociales están relacionados con la educación, aspecto que los investigadores no lograron ver, o simplemente no quisieron sacarlo a la superficie. Creo que Lienhard tiene razón cuando expresa que la irrupción de la cultura gráfica europea fue acompañada por la violenta destrucción de los sistemas antiguos. Los europeos convencidos -por su propia práctica- de la existencia de un vínculo orgánico entre la escritura y un sistema ideológico-religioso, no tardaron, en efecto, a considerar los sistemas de notación autóctonos como invenciones del demonio, fundador, según ellos, de las idolatrías indígenas. (Martín Lienhard: 1991:41). Allí empieza nuestra tragedia, hasta hoy. El Perú, visto así, es inviable, siguen creyendo que somos un archipiélago, sin ninguna articulación, sin ninguna unidad coherente. Solo que Velásquez Garambel se quedó hasta la mitad del siglo pasado. Habría que leer el ensayo La violencia política en Puno de Yolanda Rodríguez, el mismo que se encuentra en Allpanchis, Número 39. Allí nos da a conocer el último ciclo de movimientos de toma de tierras por las comunidades campesinas a mediados de los 80. Pero estamos seguros que Velásquez Garambel cuenta con una mayor información y que ulteriormente nos dará a conocer.

La última parte del ensayo es sobre el indigenismo. Convengo que el tema es polémico. Por una parte, el indigenismo es un período de nuestra historia que ya quedó en el pasado, pero sus secuelas hasta la fecha no han sido superadas; el problema de identidad fue el más grave porque nos convirtió en un país sin rostro por la infinidad de etnias que existen. Por supuesto que esta corriente se convirtió también en una postura -como dice el joven investigador-, algo que solo existe en nuestro imaginario y existe desde la colonia. El indigenismo colonial puede ser considerado como paternalista y segregacionista. A pesar de las dificultades se ha avanzado mucho. Yo creo que el indigenismo ya fue superado y que desembocó primero en el neo-indigenismo y después en el andinismo. Creo que lo andino puede englobar todos nuestros problemas y desde allí habría que partir en adelante. Esa debe ser la razón por la que Velásquez Garambel, en su estudio, se quedó en la década del 30. Creo sospechar que tiene algo más entre mangas y que nos sorprenderá más adelante.

Por otra parte, el mismo ensayista llegó a una importante conclusión que líneas arriba ya lo citamos: Para el indio, el indio no existe. Es una verdad real y actual, ahora solo hay quechuas, aymaras. Esto nos da pie para sostener que el aymara de hoy, ya no es el indio de ayer. Este hecho no lo percibió Vargas Llosa, él sostiene que a partir de una experiencia profunda de la realidad india, y de sus propias inhibiciones, deseos y nostalgias, Arguedas construyó un mundo original, y, como espero mostrar en este libro, eso es lo que da a su obra riqueza literaria y accesibilidad universal. A partir de esta visión suya de lo indio, Arguedas forjó una utopía arcaica, fundamento del dilema político que fue una herida constante en su vida y, quizá la clave de lo mejor (y también de lo peor) que escribió (p.30) Como se puede ver, para Vargas Llosa es una utopía, pero para nosotros es una realidad, prueba de ello es que los aymaras se encuentran en el poder en la hermana república de Bolivia. Nunca, en ningún Estado de América se ha visto a una mujer con polleras como ministra o desempeñando cargos de alta investidura que estaba reservado solo para la gente de poder económico. Ahora, los aymaras tienen voz y decisión. Espero que pronto suceda algo similar en nuestro país, entonces recién podremos hablar de nación.

Algo más, con esta postura no estamos pidiendo que volvamos a reconstruir nuestro pasado, nuestra realidad es única, vivimos en un mundo de globalización, de contacto permanente. M. Chase-Sardi nos dice que cuando dos o más culturas entran en contacto, se produce una serie de fenómenos de cambio que los antropólogos norteamericanos y también los alemanes han tratado de explicar con la noción expresada en el término aculturación. Mientras los ingleses aplicaron un concepto distinto al que llamaron contacto cultural. Posteriormente, Gluckman nos habla de situación social. Desarrollan, a partir de esto, el francés Balandier y el brasileño Cardoso de Oliveira sus trabajos; este último aplica el término compuesto fricción interétnica. Todos son puntos de vista y formas en las cuales se pueden detectar los fenómenos de cambio al influjo del contacto. Frente a estos fenómenos, nuestra identidad tiene que ser sólida, así como el brasileño que siente orgullo por su nación, por su país. Y para concluir, creo que la palabra indio solo cabe en alguna neurona descarriada de un blanco, por lo tanto, habría que olvidar en nuestro idiolecto el término indio y sus derivados por los siglos de los siglos. Amen.

Referencias bibliográficas:

Ayala, José Luis: El presidente Carlos Condorena Yujra. Ed. San Marcos, Lima, 2006.
Ayllón, Fernando: El tribunal de la Inquisición. Lima. Fondo Editorial Congreso del Perú, Lima, 2000.
Espezúa Salmón, Dorian: Entre lo real y lo imaginario: una lectura lacaniana del discurso indigenista, Ed. Universitaria de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Lima, 2001.
Flórez Áybar, Jorge: Literatura y Violencia en los Andes. Ed. Arteidea, Lima, 2004.
Lienhard, Martín: La voz y su huella. Ed. Horizonte, Lima, 1991.
Roa Bastos, Augusto: Las culturas condenadas. Siglo Veintiuno, México, 1980.
Vargas Llosa, Mario: La utopía arcaica. México. Fondo de Cultura Económica, 1996.
Velásquez Garambel, José Luis: Las luchas por la escuela in-imaginada del indio. Ed. Merú. Puno, 2010.

No hay comentarios: