domingo, 23 de mayo de 2010

Cincuenta años de El río, de Javier Heraud



Escribe: Alfredo Herrera Flores*

Cuando Javier Heraud publica su poema El río, tenía 18 años y una clara idea de lo que para él era la poesía. En 1960 aún se debatía en los salones oficiales y los pasillos universitarios sobre poesía social y poesía pura, se consolidaba el lirismo de poetas extraordinarios como Javier Sologuren, Washington Delgado, Juan Gonzalo Rose José Ruiz Rosas, Pablo Guevara y Francisco Bendezú, se descubría la poesía oscura y extrema de Martín Adán, se repasaba con nostalgia a Vallejo, se ensayaba con el surrealismo de Emilio Westphalen y Jorge Eielson, el país trataba de retornar una vez más a la democracia y el continente estaba entusiasmado con el triunfo de la revolución cubana.

Por entonces, según testimonios de amigos y, especialmente, sus hermanos, Javier Heraud empezaba a demostrar su inteligencia en los ámbitos universitarios y artísticos, no solo cuestionando la concepción poética y política de mitad de siglo sino proponiendo una nueva forma, simple y romántica, de escribir sobre belleza y política con la misma soltura y sinceridad, propia de un joven emocionado.

La amplia literatura existente sobre esta etapa de la vida del poeta más precoz de la década del sesenta, que luego tendría nombres destacadísimos, ya nos ha ilustrado sobre la cercanía que tuvo con escritores mayores, especialmente con Sologuren, quien junto a Luis Alberto Ratto, promovía la colección “Cuadernos de hontanar. El entusiasmo juvenil de Heraud respecto a la poesía no era usual entre los de su edad, pero tenía serios motivos para manifestarlo, pues ya tenía entre manos un extraordinario poema: El río.

Contagiados por el entusiasmo de Heraud y sorprendidos por la calidad y novedad literaria que proponía su poema, Sologuren y Ratto publican el libro en 1960. La reacción emocionada y alturada de quienes lo leyeron fue inmediata. Se trataba de un texto que rompía con la tradición que se había impuesto entre los años 40 y 50 y más bien invitaba a una forma más auténtica, genuina y espontánea de manifestarse a través de la poesía, y al mismo tiempo demostraba una prematura madurez poética, comparable con el Martín Adán de “La casa de cartón” o el Oquendo de Amat de “5 metros de poemas”. Esta percepción se ratifica a finales de ese mismo año, al fallarse el Premio Poeta Joven del Perú a favor de Javier Heraud.

El río es un poema de nueve estrofas, en el que el poeta asume simbólicamente, a la manera de Arthur Rimbaud en El barco ebrio, las características de un río y las personaliza para describirse a sí mismo. Se inicia con una frase sentenciosa y segura: “Yo soy un rio”, luego describe su nacimiento entre rocas y el inicio de su descenso, hasta llegar en los últimos versos a disolverse en el mar, donde esperará a que otros ríos se junten a sus “nuevas aguas apagadas”.

El tema parece simple, sin embargo, guarda en sus estrofas una fuerza poética profunda, pues así como el río cambia de rumbos y es torrentoso en una etapa y tranquilo en otra, la palabras y los versos de Heraud imprimen un ritmo cambiante a la lectura, por momentos se hace rápida y después lenta, se hace dramática y se vuelve conmovedora, finalmente el poema culmina con mensaje esperanzador a pesar que el fin es la desaparición del río. Algunos han querido forzar el mensaje de este poema a la visión política de Heraud, que como sabemos, era esperanzadora también, pero en realidad es un poema muy juvenil. Si para publicarse los primeros meses de 1960 Heraud ya lo tenía listo, quiere decir que lo debió haber escrito por lo menos un año antes, cuando el poeta acababa de salir del colegio, y por entonces, recién se formaba su concepción política.

En los últimos cincuenta años, el poema El río se ha convertido en imprescindible lectura no solo de quienes están interesados en la literatura, sino también de escolares y universitarios, y es tomado de modelo para demostrar, entre otras teorías, que sí es posible armonizar simpleza de lenguaje y complejidad del tema, mantener la tradición de la poesía española y a la vez ensayar rupturas formales a través del verso libre, asimilar y concentrar la influencia de la poesía contemporánea y manifestarla con una voz propia, todo esto a una edad casi adolescente.

Todos coinciden en que la proyección literaria de Javier Heraud era, desde su primer libro, muy prometedora, no solo porque inauguraba con calidad literaria una generación que tendría entre sus más renombrados miembros a poetas como César Calvo, Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza o Luis Hernández, entre muchos otros más, sino que asumía un doble compromiso con una responsabilidad que ninguno de sus contemporáneos lo hizo, la política y la literatura.

Sabido es también que durante 1961 y 1962 Javier Heraud, además de publicar El viaje (donde están esos versos escalofriantes y premonitorios: “yo nunca me río/ de la muerte./ Simplemente/ sucede que/ no tengo/ miedo/ de/ morir/ entre/ pájaros y árboles”) y ganar el primer premio de los juegos florales de la Universidad de San Marcos, definió su visión y posición política, que viajó por Europa y se fue a Cuba a estudiar cine y comprometerse con la revolución cubana, que desde entonces era la revolución latinoamericana.

Sus cartas desde Cuba a su familia son otro ejemplo de la seriedad con que asumía sus obligaciones y la ternura con la que se manifestaba, en ellas ya hablaba de sus ansias de pasar de la reflexión a la acción, y sin cambiar el tono de su poesía, la temática se hace más comprometida con su país, con su esperanza revolucionaria. De esa época es su bello poema que entre sus versos dice que a su patria defenderá con una espada en el aire. Está, entonces, marcado su destino.

El resto es también historia conocida. Vuelve al Perú como miembro del Ejército de Liberación Nacional, ingresa por Bolivia y llega a Madre de Dios. En esa sofocante ciudad, por entonces compuesta por unas cuantas manzanas de casas de madera y calles de tierra, busca refugio y cuando policía y habitantes son informados de que habían llegado unos subversivos tratan de cruzar el río Madre de Dios. Las primeras informaciones fue que la policía disparó con armas de cacería, pero con los años se fueron sincerando los pobladores que por entonces eran jóvenes testigos de la masacre y ahora se sabe que más bien fueron los empresarios madereros (algunos aún viven) quienes dispararon temerosos de que los revolucionarios les irían a quitar sus propiedades. Javier Heraud es sepultado en el cementerio de la ciudad, hoy descuidado y cubierto por la maleza.

Han pasado pues cincuenta años desde que apareció ese memorable poemario y cuarenta y ocho del asesinato de su autor, quien hace dos años emprendió de la mano de sus hermanos, después de cuarenta y cinco años de estar sepultado entre pájaros y árboles, su retorno a Lima. Probablemente se siga indagando en las líneas, versos y palabras de El río por el espíritu de Heraud, pero todos sabemos que su espíritu debe aletear solitario y feliz por sobre este país que lo extraña.

*www.lasillaprestada.blogspot.com

6 comentarios:

Anónimo dijo...

asi mueren los terrucos

La loca del ahorcado dijo...

¿Terruco? Así le llamas a un joven que demostró ser lo que tú jamás serás porque por la estupidez que has escrito, demuestras que tu inteligencia solamente te permite a duras penas escribir en un teclado de computadora (que por cierto, lo haces terrible)
Solo me queda agregar con el perdón del propietario del blog, de los lectores y de tu madre, que eres un gran cobarde hijo de puta.

Anónimo dijo...

ASI MUEREN LOS LUCHADORES DE IDEAS COMO JAVIER HERAUD ESTUPIDO...

Anónimo dijo...

Lo quieras aceptar o no Javier Heraud era un TERRORISTA, haya escrito lo que haya escrito y tengas la simpatia que tengas por el. Tendrias que cambiar la historia para que deje de ser lo que fue.

Anónimo dijo...

si ps que lastima, es el reflejo de nuestra educacion y nuestros medios que nos tienen como manadas de ovejas, alienados con pensamientos ajenos e impuestos que no nos permiten pensar y conformarnos con entretenimientos, anda vayan a divertirse ps, lo que no preveemos se repite en los seres que mas queremos y en familia nos vamos, el pueblo se va , se va pe ala mierda que solo nos dejaron alcohol drogas y violencias...

Natalia Heraud Rodríguez dijo...

terrorista? pobre ignorante, eso ocurre cuando no abren un libro y se dedican a ver televisión o jugar videojuegos