miércoles, 22 de septiembre de 2010

Una nueva mirada a la literatura puneña


Escribe: Alfredo Herrera Flores

La atención que genera la literatura puneña en el contexto cultural peruano no es un hecho nuevo. A lo largo del siglo pasado y en los pocos años que lleva éste, la crítica literaria ha dedicado muchas páginas para analizar, comprender y difundir a los principales escritores y sus obras. Al mismo tiempo, dada la trascendencia de algunos autores y sus respectivas obras, la atención ha rebasado las fronteras nacionales y ha generado la investigación internacional.

Basta mencionar nombres como Gamaliel Churata y Carlos Oquendo de Amat para que la atención literaria de diferentes partes del mundo se concentre en Puno, o citar a otros personajes como José Antonio Encinas, Rosendo Huirse, Martín Chambi, los hermanos More, Víctor Humareda, Tehodoro Valcárcel, y la lista podría extenderse hasta varios de nuestros contemporáneos, para que los ojos de la crítica, la admiración estética y el pensamiento filosófico tengan como referencia a Puno, cuna de la cultura andina y sudamericana.

No se trata de una posición chovinista ni mucho menos de un desmesurado regionalismo, por el contrario, la capacidad de valorar lo propio de manera crítica y objetiva, saludando lo nuevo, modificando lo malo y despreciando lo indigno y vergonzoso, nos ayudará a construir la sociedad con la que soñamos. Lo cierto es que la cultura puneña, desde sus danzas y tradiciones hasta las manifestaciones artísticas y filosóficas más vanguardistas, conforman un corpus digno de atender y, sobre todo, entender.

En esa línea es que el escritor Mauro Mamani Macedo reúne una serie de ensayos respecto a la literatura puneña, bajo el título de “Poéticas andinas, Puno” (edición conjunta de Pájaro de fuego, Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de San Marcos y la Revista de Cultura Latinoamericana Guaraguao, 2009). Con una prosa fluida, sencilla e inteligente, Mauro Mamani se interna en los principales problemas que conforman la literatura peruana del siglo veinte y amplía el debate sobre indigenismo, modernidad e identidad, además de valorar la calidad estética de la poesía puneña. Un acontecimiento que debemos celebrar.

Ya en la introducción a los textos que conforman el libro, Mamani especifica que su objetivo es analizar las distintas manifestaciones poéticas desde el origen de las mismas, por un lado están los grupos intelectuales que se conforman en y desde Puno y por lo otro los autores que en determinado momento emigran a otras urbes, sin despojarse de su identidad. Una de sus conclusiones es que la cultura andina, puneña, quechua o aymara, en particular, no se pierde en el tránsito de expresarse desde uno u otro punto geográfico, sino por el contrario, se fortalece y se enriquece.

Pone especial atención, por ejemplo, en poetas como Carlos Oquendo de Amat, Efraín Miranda y Vladimir Herrera. Distintas maneras de concebir la poesía, diferentes rutas de vida, heterogéneas experiencias editoriales, y sin embargo en sus obras ronda el espíritu andino, el ritmo cadencioso de una milenaria herencia cultural y la común certeza de que no se ha traicionado la identidad.

Los tres primeros, de los ocho ensayos que conforman el volumen, están destinados a analizar de manera panorámica las diferentes maneras en que el indio se hace protagonista de la literatura puneña, en un momento histórico en que los mensajes literarios tienen como destino Lima u otras capitales latinoamericanas, especialmente Buenos Aires y México.

Es muy interesante la muestra de cuatro formas de ver al indio por parte de autores representativos como Gamaliel Churata, Alejandro Peralta, Dante Nava y Efraín Miranda. Los dos primeros manifiestan una visión trágica y sufrida del hombre andino, representado en el indio, asociándolo con expresiones como “todo dolor es indio” (poema Haylli, de Churata) o el drama del indio Pako en el poema de Peralta, mientras que, por otro lado, se exalta al hombre andino, expresándose con el significante de raza, en el famoso poema “Orgullo aymara”, de Nava, y en la reivindicación social de su identidad en los valientes versos de Miranda, especialmente en su poema “EE”, donde reclama ser reconocido indio.

Otro tema que Mamani aborda con lucidez es el referido a las migraciones internas y externas en la poesía de Carlos Oquendo de Amat. Luego de analizar aspectos formales de la poesía vanguardista de Oquendo, en la que demuestra, entre otras cosas, que las referencias a traslados, rutas y giros que se manifiestan a través de sus visiones de ciudades y otros espacios, no son otra cosa que sus experiencias intensas en su tránsito del ande a la ciudad y viceversa, en una etapa en la que internamente también está en tránsito de la niñez a la juventud. Mauro Mamani demuestra, además, que a pesar de que ese tránsito lleva al poeta hacia nuevos mundos, vividos e imaginados, a través de también un lenguaje en tránsito, el atormentado y eternamente joven Oquendo no renunciará ni esconderá su identidad y esencia andina.

Mamani dedica un ensayo a la poesía de Inocencio Mamani, en el que con justicia y firmeza revalora esta faceta creadora de uno de los miembros del Grupo Orkopata y que se hizo más conocido por su producción dramática. Inocencio Mamani escribió en quechua, se acercó al modernismo pero no abandonó el paisajismo, fue vanguardista y no rompió los moldes de la poesía que sus contemporáneos cuestionaban, fue audaz y valiente, pero no se enfrentó a nadie. Coincido con Mauro Mamani en que hay que seguir escarbando en la poesía de quienes como Inocencio Mamani supieron reflejar su época, aunque luego, injustamente, estén en el limbo del olvido.

Los otros cinco capítulos del libro de Mauro Mamani están dedicados a los poetas Efraín Miranda, Omar Aramayo, José Luis Ayala, Gloria Mendoza y Boris Espezúa, quienes a lo largo de la última parte del siglo pasado han ido conformando una suerte de grupo referente de la poesía puneña. Cada uno de ellos, con sus particulares historias y formas de concebir la poesía, estilos literarios y gustos políticos, formaciones académicas e ideológicas, manifiesta de manera personal su identidad andina y su estirpe puneña.

De padres puneños, Mauro Mamani nació en Arequipa, donde estudió literatura en la universidad San Agustín, y luego se especializó en San Marcos, en Lima, donde ejerce la docencia. Es precisamente esa mirada académica y formal, y su identidad andina, lo que le permite analizar de manera moderna, prudente y sensata, la poética andina, en un contexto en el que el centralismo, económico y cultural, sigue haciendo daño.

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