domingo, 11 de julio de 2010

¿Y la cultura?


Escribe: Alfredo Herrera Flores

En un artículo que se publica en la última edición de la revista mexicano española “Letras libres”, a propósito de la aparición de un libro para entender la obra de autores como Julio Ramón Ribeyro, el escritor mexicano Guillermo Espinoza Estrada hace una contundente aseveración que deberíamos, una vez más, tomar en cuenta y hacer los modos posibles por superarla.

Dice Espinoza: “Hispanoamérica en general, y México en concreto, descuida su tradición literaria con una negligencia parecida a la que tiene por sus lenguas indígenas o sus recursos naturales.

Poseedora de una riqueza tan vasta como ignota, todo en su imaginario asegura que esta herencia se mantendrá virgen e inalterada mientras nos obstinemos en no conocerla. Esta bendita ignorancia sólo desaparecerá hasta que se realice un catastro riguroso. En literatura significaría la aparición de ediciones críticas, antologías, monografías, así como libros de divulgación y especializados que arrojen el estado general de la cuestión. Aunque evidente, vale la pena recordarlo en un país que carece, incluso, de un libro que contenga la historia de su literatura”.

Habría que añadir que Perú, al igual que México –según Espinoza– y más aún las regiones peruanas dueñas de riquezas inigualables como Puno, Cusco, Arequipa, Loreto, La Libertad, entre otras, no han hecho, no hacen y tal vez no lo hagan en el mediano plazo, algo concreto para que esa riqueza cultural sea adecuadamente conservada, conocida, estudiada y disfrutada por sus propios habitantes. No creo que a estas alturas valga la pena culpar a las autoridades por no hacerlo, sabiendo que éstas no comprenden ni en grado mínimo qué es riqueza cultural y no sabrán diferenciar entre un libro de poesía con uno de crianza de cuyes.

A riesgo de despertar la sensibilidad de autoridades y funcionarios que sí saben lo que es un libro de poesía, debemos recordarles que es peor tener la oportunidad de hacer algo por la cultura y no saber hacerlo. Sin embargo, como consuelo de todos, también podemos decir que quienes hemos sabido aportar para preservar en algo nuestras manifestaciones culturales, también es cierto que, debido a lo laberíntico de nuestra burocracia, los buenos funcionarios viven más de frustraciones que de éxitos.
Pero no se trata de salpicar lodo, sino de reflexionar sobre la responsabilidad común de no descuidar, parafraseando a Espinoza, la tradición literaria y cultural de una región como Puno. Vale la pena recordar que esta región es el mítico lugar de donde salieron los fundadores de una cultura extraordinaria y que a lo largo de la historia varios de sus hijos han demostrado con sus obras, arquitectónicas, artísticas, filosóficas, literarias, que sí se puede hacer algo por enriquecerla.

La excusa de que no hay recursos para desarrollar proyectos culturales ya no es creíble, pues hay regiones que desde hace algunos años están desarrollando proyectos que van desde la preservación de monumentos históricos hasta la publicación de libros, pasando por investigaciones y promoción de creación artística, en grados mínimos, es cierto, pero peor es no hacer nada. Si bien es aún difícil sustentar estos proyectos en el enredoso e impío sistema nacional de inversión pública, lo que no debe faltar es imaginación para encontrar las salidas adecuadas sin saltarse las normas ni violar las leyes.

Tampoco es excusa decir que para que un proyecto cultural sea presentado debe haberse aprobado antes en el proceso de presupuesto participativo. Sabido es que la población en general, y en particular sus dirigentes, reclaman más proyectos de infraestructura que culturales, por lo tanto, dependerá de los propios funcionarios y autoridades saber orientar sus propuestas para que se conviertan en proyectos viables y sobre todo sostenibles.

Es cierto que no deberíamos generalizar ni ser extremistas en afirmar que no se hace nada respecto a rescate, preservación, difusión y promoción de la cultura, pues hay varios ejemplos concretos como municipalidades que abren galerías de arte o convocan a encuentros de escritores y premios literarios, organizaciones sociales que publican revistas o editan discos, asociaciones que promueven concursos de danzas, entidades que financian recuperaciones arquitectónicas o arqueológicas, universidades que promueven investigaciones, periódicos que dedican varias páginas al debate de ideas y un largo etcétera, pero la pregunta va por lado de la coordinación interinstitucional y la participación ciudadana para alcanzar los objetivos que se plantean ¿Existirá esa coordinación mínima?

La respuesta es obvia. No existe. Y la responsabilidad va por el gobierno regional, no solo de Puno, en este caso, sino en todos los gobiernos regionales, pues es este nivel de gobierno el que debe diseñar y ejecutar las políticas culturales de la región, las que a su vez se deben aplicar y ejecutar en estrecha coordinación con las municipalidades, las diferentes direcciones sectoriales, los organismos autónomos y descentralizados, las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil organizada, es decir, toda una red ciudadana e institucional que pueda, más allá de debatir sobre el futuro de la cultura regional emprender acciones concretas en el inmediato plazo para preservarla y difundirla.
Esperemos, una vez más, que por lo menos en este proceso electoral haya espacio para hablar sobre cultura, que los candidatos tengan planes concretos para preservar monumentos, publicar libros, generar espacios de debate, promover investigaciones, generar en las escuelas lecturas y aptitudes artísticas, y otro largo etcétera de las muchas cosas que se pueden hacer en este campo y no tener que lamentarnos sobre la inoperancia de autoridades y funcionarios.

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