lunes, 18 de octubre de 2010

Centenario del “Cholo” Nieto


Escribe: Alfredo Herrera Flores

Los poetas tienen un nimbo de misterio que en vida se manifiesta con actitudes que el común de los mortales reconoce como extravagancia, bohemia o excentricidad, pero luego, con el paso de los años, de los poemas y de la vida misma, ese halo se convierte en mito, leyenda, historia. Esa es la ruta que ha seguido Luis Nieto Miranda, conocido y reconocido en vida como “el Cholo Nieto” y que este mes cumpliría cien años.

Quienes lo conocieron tienen muchas maneras de recordarlo. Como profesor universitario que discutía con sus alumnos más en los pasillos que en las aulas, como impetuoso dirigente sindical y comunista confeso y practicante, asiduo visitante de picanterías y chicherías donde daba rienda suelta a su pícaro verbo frente a las damas, vehemente parlamentario, autor del himno al Cusco, amigo leal y, sobre todo, poeta.

Pero como vivimos en un mundo de mortales, pareciera que el nombre del “Cholo” Nieto ha quedado grabado en el colectivo y el imaginario cusqueño, y peruano, simplemente como el “poeta Cholo Nieto”, pero ese simplemente es como si se tratara de un sumo, un grado tal que no se puede superar. Y es cierto, el solo mencionar su nombre ya infunde un respeto que es mezcla de admiración y asombro, pero ese respeto parece también quedar en un limbo, pues como ya es generalidad, casi nadie sabe sus poemas y menos su vida.

Aunque se hacen esfuerzos para promover la lectura de su poesía en colegios, a pesar de que asociaciones y clubes llevan su nombre, y aunque es infaltable en las celebraciones escolares que se declamen sus poemas, y más aún, aunque todo cusqueño cante con fervor las letras del himno a la ciudad imperial compuestas por su vigorosa pluma, pocos saben del aporte que este hombre ha hecho a la cultura nacional.

Nacido en la ciudad de Sicuani, el 10 de octubre de 1910, muy joven se mostró inteligente e inclinado a las letras, a la crítica de la realidad, al estudio de las corrientes políticas que entonces se expandían por las principales ciudades del país y supo granjearse de amigos que serían camaradas inseparables en su agitada vida. A los veinte años ya sufrió su primera deportación y, sufriendo el exilio en Bolivia, escribió y publicó su primer libro, “Poemas perversos” (1932).

Estudió interno en el colegio Salesiano, en el Cusco, y después de egresar con las mejores calificaciones salió, como muchos de su generación, a estudiar a Arequipa, donde madura su concepción política, se inicia en el ejercicio del periodismo, asume la dirigencia de la federación universitaria y acompaña a Víctor Raúl Haya de la Torre en una gira por el sur, hasta que el aprista se niega ir al Cusco. Eran los años de la represión sanchezcerrista y es detenido para luego ser deportado a Bolivia.

De Bolivia pasa a Chile, primero a Arica y luego a Santiago, donde permanece por ocho años y entabla amistad con Pablo Neruda y Vicente Huidobro. Funda revistas y periódicos, hace lecturas de poesía y trabaja de carpintero, pero sobre todo madura literariamente y se consolida su identidad, que será más tarde manifestada a través de su poesía.

Ya de vuelta a su tierra, en 1942, publica “Charango”, libro de poemas que daría cuerpo a una corriente literaria e ideológica dentro del indigenismo, el cholismo, que compartiría con otro notable poeta puneño, Efraín Miranda. Ambos conformarían las columnas en las que se sostendría, hasta hoy, ese canto de identidad y presencia cultural del cholo, más que como una raza como una actitud frente a otras fuerzas que, hasta hoy también, intentan acallar la voz y nublar la presencia andina.

Pero Luis Nieto asumió al mismo tiempo que la palabra como arma para manifestar su presencia, la acción. Se afilió al Partido Comunista como ideólogo y activista, y tomó la voz de los marginados y se puso al frente. Combatió el abuso de poder y se enfrentó a aquellas autoridades e instituciones que actuaban sin respetar el derecho de los campesinos o los trabajadores, lo que le valió sufrir represalias.

Entre la vasta obra poética del Cholo Nieto se pueden encontrar varios ejemplos de de su combativa poesía, elaborada con un lenguaje fino y ordenado que lo aleja del panfleto y el verso en voz alta.. En “Canción para los héroes del pueblo”, por ejemplo, Nieto combina el drama de la injusticia con la ternura a través de metáforas que, en general, no son propias de la literatura revolucionaria: “Venid a ver a los hombres/ que mataron los soldados./ Parece que aun sonríen/ a la Libertad sus labios.” Y más adelante dice: “Y ved a los estudiantes/ con sus ojos enlutados,/ allí donde antes vivía/ una población de pájaros”.

La poesía revolucionaria de Luis Nieto no necesitaba ser confrontacional, era simplemente la mirada de un hombre andino frente al ansia de libertad, justicia y respeto, pero esa mirada simple podía decir muchas más cosas que el grito desaforado o el insulto. Por eso la gente lo quería, y lo escuchaba con respeto, y le hablaba con afecto, y por eso también él retribuyó ese apego con sus palabras inmortales.

Pasado el tiempo, Nieto retorna a Cusco en 1950, culmina sus estudios de derecho en la Universidad San Antonio Abad e ingresa a la docencia, que ejercerá durante 35 años. Elegido senador viaja a Lima en los años ochenta y allí vivirá hasta 1998, en que la fatalidad se cruzó en su camino.

Desde entonces la figura emblemática de Luis Nieto ha ido creciendo al ritmo del mito y, a pesar de que muy pocas instituciones difunden su obra, su poesía sigue circulando casi en clandestinidad, como sus primeros libros. Y alguien tiene que hacer algo para que esto sea distinto. En su poema “Ultima voluntad”, el Cholo Nieto sugirió lo mejor para él, y cabe en nuestra tarea hacer que sus cantos sean himnos, sus palabras hechos y su vida un ejemplo: “Cumplí mi parte. Ahora ya mi vida/ puede ser derribada de un hachazo…/ ¡Echad sobre la tierra que me acoja/ un puñado de brasas y de cantos!”.

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