sábado, 13 de febrero de 2010
Sobre la poesía de Gabriel Apaza Mamani
Por: Evelina Chipana Torres
No hace mucho se ha publicado en Lima el libro denominado 21 POETAS DEL XXI, Generación del 90 del doctor Manuel Pantigoso. El autor es un prestigioso poeta, crítico literario y maestro universitario. Es doctor en Literatura y Filología y en Educación, profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Miembro de Número de la Academia Peruana de la Lengua, correspondiente a la Real Academia Española. Tiene en su haber varios premios literarios y entre otros ha publicado el libro El Ultraorbicismo en el pensamiento de Gamaliel Churata.
En esta publicación 21 POETAS DEL XXI, Generación del 90 se aprecia una prolija antología de la poesía peruana de los Noventa. El libro inicia contextualizando adecuadamente las condiciones económico-sociales y políticas de esos años porque a través de la literatura “la realidad real fue registrada siempre, consciente o inconscientemente, en la realidad de la ficción literaria". Luego reseña las actividades, publicaciones y las posturas personales y grupales de esos poetas. Hace notar que “en un comienzo los vates del 90 trataron de marginarse o eludirse de sus dificultades o, más propiamente apartarse de las trabas que entorpecían el vuelo poético: flaqueza en la fe o pérdida de ésta, falta de rumbo o equivocación por el debilitamiento de las ideas o del alejamiento de ellas, entre otras. Pero después en un segundo momento, fueron con mayor fortaleza interior hacia la conquista de lo auténtico, buscando abrir nuevos espacios poéticos. Algunos los hallaron en lo prístino y auroral de las límpidas fuentes verbales; otros en el humanismo”.
Luego se da énfasis a características vitales y escriturales donde los poetas “se retrajeron, se sumergieron en su interioridad en una actitud introspectiva de análisis, de estudio, de indagación, de consulta y averiguación sobre la correspondencia entre la realidad del momento y su propio pensamiento. De aquí se produjo una nueva apertura y el encuentro de otros horizontes”. Se destaca también la visceralidad y rebeldía en algunos de los contenidos y actitudes poéticas donde se distingue “la protesta acumulada de diversas formas: en unos casos es la palabra disminuida en su fuerza poética, en otros es la rebeldía mediante la declaración airada, la música subterránea, “rockera”, los agresivos recitales y el antiacademicismo”.
Por otra parte analiza de manera pertinente las influencias literarias, así como enumera los libros, revistas y talleres publicados y realizados.
Manuel Pantigoso añade la participación de los poetas del 90 en eventos y distinciones importantes que además han recibido también las denominaciones de “Generación enclaustrada”, “Del renacimiento”, “De la conciencia histórica. Hasta de ha dicho “castrada” y “acéfala”; del “segundo milenio”; inclusive del “fin del mundo” y del “fin de la historia” y otras denominaciones, reconociendo que la joven poesía peruana ha ganado un elenco literario de gran representatividad.
Termina su análisis con el problema de los medios de difusión. Aquí es donde nos corresponde destacar que en esta antología de poesía peruana última Manuel Pantigoso incluye a dos poetas puneños: Boris Espezúa Salmón y Gabriel Apaza. Si bien el primero de los nombrados goza de gran popularidad como vate en nuestra región el segundo es prácticamente desconocido como poeta. Si alguien ha escuchado hablar de Gabriel Apaza será por su ejercicio como periodista. Esto es lo que nos ha llevado a prestar atención sobre esa faceta de Gabriel. ¿Cómo puede estar presente en una Antología nacional de poesía alguien que aquí en la región no pertenece a los círculos de escritores y artistas? Leamos lo que dice Manuel Pantigoso cuando presenta los 15 textos de poesía de Gabriel Apaza.
“Publicó en el 2001 el poemario Aporía, la duda de la luciérnaga o sus heridas deshojas. Forma parte del Comité Editor de la revista “Consejero del lobo”. En la contratapa de su libro Jorge Flóres Aybar señala que en la lírica de Gabriel Apaza “No encontramos ni una ráfaga sobre nuestra raíz; por el contrario, nos transporta a geografías lejanas, ¿Por qué Gabriel Apaza tendría que seguir el mismo camino que trazó Churata?”. Nosotros, sin embargo, consideramos que Apaza es muy puneño dentro de su sesgo cosmopolita. Lo que ocurre es que no requiere el referente geográfico inmediato de otros poetas. Le sucedía también a Alberto Mostajo, ese notable autor de los poemarios Cosmos y Canción Infinita, de los años 20 y 30 del siglo pasado; pero el lector sabrá descubrir en sus textos esa atmósfera poética del altiplano y ese sentimiento de altura espiritual, propios del paisaje puneño. Esta actitud se ha mantenido en la poesía de esa región y está también presente en los vates de las últimas promociones donde el referente inmediato externo aparece ahora morigerado, o velado. La espiritualidad de los versos de Apaza, bien engarzados, se corresponden con esa metafísica en donde lago y estrellas “conversan” plenamente no para destacar los contornos visibles del paisaje sino para hurgar en la psiquis del alma del altiplano. Hay en el poeta una actitud filosófica que consiste en deshacer la aporía y permitir que “la duda de la luciérnaga” se vuelque en la verdadera luz. En este intento de búsqueda donde la muerte acecha se habrá de concentrar su escritura. El poeta percibe esa resonancia de su mundo interior en la que hay una lucha contra todo lo que sea biográfico y referencial para que sólo aparezca esa otra biografía, la universal, en donde lo histórico y lo intemporal se descubren sólo a través del rastro que deja la tradición: Biblia, papiros y otras huellas reconocidas a través del tiempo. No es la de Apaza una poesía de arrebatos; más bien es sobria, mesurada, de ritmos lentos. Es encomiable una cierta nebulosidad, un cierto misterio iridiscente que cubre con su pátina a una palabra que camina registrando silencios y crepúsculos luminosos.”
Leídos los poemas que aparecen en este libro es necesario reconocer que su presencia no es disonante. No podía serlo viniendo de un estudioso del nivel de Manuel Pantigoso. Las únicas explicaciones que son posibles sobre el desconocimiento público de la poesía de Gabriel Apaza es la indiferencia de los grupos literarios de Puno, su propio aislamiento o la falta de “promoción” del mismo autor sobre su poesía.
Sin embargo ello no es extraño en un ambiente donde muchos otros poetas relativamente jóvenes no son conocidos por sus creaciones literarias. Si a Gabriel Apaza lo encontró el afán de investigación y pesquisa de Pantigoso, personalmente leí algunos poemas de otro ser que me parece su obra debe ser reivindicada, se trata del colega docente Edwin Ticona quien también ha decidido por el anonimato.
No soy crítica literaria, pero es imposible dejar de sentirse impresionada por estos versos que son pura imagen y metáfora: “De trinos y solitaria era la mañana/ cuando me dispuse a morir/ Al caer los primeros letrados/ escribí en la fuente más púdica/ un poema que espera a los nuevos cántaros/ un sable del pasado y los adioses/ Me pareció echarle una ciega profecía/ una anticipación de pan y rosas/ Cuando yo caiga fulminado seguirán solos/ ese cántaro, esa mañana, ese poema.”
Fuente: Los Andes.
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