lunes, 15 de febrero de 2010
TOMÁS MORO (1478 – 1535)
Gabriel Apaza Mamani
Nace en Londres. Estudia Derecho, Latín y Griego. Sus tendencias y trabajos lo ponen en contacto con grandes humanistas de su tiempo, llegando a ser amigo de Erasmo de Rótterdam. Fue miembro del parlamento y en 1529 llega a ser Lord Canciller de Enrique VII. Pero al negarse a firmar la llamada acta de supremacía que desafiaba la autoridad del Papa y hacía de Enrique VII la cabeza de la Iglesia, fue encarcelado (1534), declarado traidor y decapitado en la torre de Londres.
Moro es conocido por su famoso texto Utopía, donde, influenciado por Platón, trata de describir un Estado ideal y hacer una crítica de la situación social de la Inglaterra de su tiempo, del siglo XVI.
En su obra Utopía describe con acierto el despojo de tierras mediante engaños o argucias legales, que están sufriendo los campesinos ingleses por los latifundistas. Muchas de estas tierras son convertidas en pastizales para ovejas, cuya cría se había multiplicado con el espectacular crecimiento de la producción textil. Otra injusticia que denuncia es cómo un puñado de nobles y sus allegados viven una vida ociosa, mientras que la gran mayoría de trabajadores, que sostienen con su trabajo a los primeros, padecen de hambre y miseria, muchas veces obligados al robo. Por ello afirma. “Una de las principales causas de la miseria pública reside en el excesivo número de nobles, zánganos que viven del trabajo y del sudor de los demás y que no se contentan con eso. Para aumentar sus rentas, exprimen a los colonos que labran sus tierras, pues es la única economía que conocen; mas si de placeres y de lujos se trata, no titubean en mostrarse pródigos hasta el desenfreno, a riesgo de tener que recurrir a la mendicidad. Además, estos caballeros, no conformes con su vida de ocio, se rodean de una caterva de perezosos que nunca tuvieron un oficio que les permitiera ganarse el pan.”
Considerando que esta injusticia se debe fundamentalmente a la propiedad privada, que no es producto de un orden divino, ni es una ley social por naturaleza sino que es producto de los intereses que dominan una sociedad, su texto será citado posteriormente por aquellos que hacen una crítica a la situación social del sistema capitalista. “También está fuera de duda (…) que donde quiera que exista la propiedad privada, donde todas las cosas se miden por dinero, no se podrá lograr que en el Estado reinen la justicia y la prosperidad sociales, a menos de considerar equitativamente una sociedad en que lo mejor pertenece a los peores, y próspero y feliz un país en que la fortuna pública está repartida entre un puñado de individuos insaciables, entregados a lujos y placeres, mientras la mayoría vive en la más profunda miseria (…) por eso estoy persuadido de que el único medio de distribuir equitativamente los bienes y de asegurar la ventura de la sociedad humana es la abolición de propiedad. Mientras subsista el derecho de ésta y constituya la base del edificio social, la mayoría de los hombres, y entre ellos los mejores, no conocerán otra cosa que las ansías de la miseria, la desesperación y las peores calamidades”.
Precisamente, el valor fundamental de este libro es que partiendo de la realidad objetiva presenta el proyecto o ideal de un nuevo régimen social. La isla imaginaria Utopía (del griego ou = no y topos = lugar), indica un lugar que no es, cuya capital es Amauroto (del griego amauros = evanescente), que quiere decir ciudad que se desvanece como un espejismo. El río de Utopía es Anidro (del griego anhydros = carente de agua), cuyo príncipe se llama Ademo o jefe sin pueblo. El libro es una extensa conversación entre personajes históricos como el mismo Tomás, Pedro Gillas de Amberes, el Cardenal Morton, arzobispo de Canterbury, a ellos se agrega un personaje ficticio: Rafael Hitlodeo, portugués que para conocer nuevas tierras había acompañado a Américo Vespuccio en tres de sus cuatro viajes.
Antes de contar sus experiencias en la isla de Utopía, Hitlodeo denuncia las injusticias de quienes debían administrar justicia en Inglaterra, y lo compara con la isla Utopía, como un Estado social ejemplar donde no se conoce la propiedad privada por lo que reina el bienestar, no hay holgazanes, ya que todos trabajan seis horas, y así el trabajo no es destructivo sino que hay tiempo para diversiones y otras actividades. Influenciado por La república de Platón, plantea la comunidad de bienes, la igualdad entre varones y las clases y las castas sociales, además de que “ningún placer está prohibido con tal que no engendre mal alguno”, lo que Epicuro llamaba placer inteligente. Existe la tolerancia religiosa a excepción de quienes negaban la existencia de Dios o la inmortalidad del alma; además las guerras son toleradas en defensa de las fronteras o en la ayuda de los aliados, y los esclavos eran los prisioneros de guerra o los criminales, siendo más beneficioso hacerlos trabajar para la comunidad que ejecutarlos.
Tomás Moro a través de su Utopía afirmaba lo equivocado de quienes piensan que la pobreza del pueblo es la salvaguardia de la paz; haciendo preguntas como estas: ¿quién desea más vivamente la revolución? ¿No es acaso aquél que vive en situación miserable? ¿Quién es más audaz a echar por tierra el actual estado de cosas que aquél que tiene la esperanza de ganar algo, porque ya no tiene nada que perder? El eco de estas expresiones se escucharán con mucha fuerza en el siglo XIX en Marx y Engels, en su famosa obra Manifiesto del Partido Comunista, y en el siglo XX, en todas las luchas sociales modernas que buscan una nueva sociedad.
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