miércoles, 7 de abril de 2010

POEMAS DE BORIS ESPEZÚA


I
El Genitor.


Saber morir
Y no retener su caudal,
Y no saber discurrir y volver a su principio.
Martín Adán.

Unos sobre el haz de las aguas, otros a ras de la tierra, todos los dioses soplaron en la arcilla modelada a su imagen y semejanza y el barro se animó: Había nacido el Hombre.1

Hace mucho tiempo el altiplano estuvo cubierto con agua uránica y desde su cúspide emanaba al mundo abundante líquido benéfico y purificador, que se fue perdiendo poco a poco y ahora ha quedado condensado en crustáceos en el Lago Titikaka. En uno de esos momentos el sol, que no puede momificar los diluvios ni los cuerpos celestes imperecederos, desapareció tres semanas y apareció por cinco días con dos soles en el cielo. Hacia la cruz del sur corrieron todas las historias en el aire trasladando sus saberes de conciencia en conciencia. La luz (primera creación según el Génesis) está en uno. Es la primera estrella cubierta de yerba que no naufraga en la sangre. La luz o una mariposa pálida es vida según el evangelio y según la salamandra que vivifica las cosas. No es olvido inmóvil que anima las memorias, en su núcleo por donde brota la correlación de fuerzas de la historia, del osario de caracolas estelares.
Era el final a la entrada de la era de piscis, cuando en triada se unificó el aire, el agua y el fuego en principio generador. El secreto de los Dioses fue animado en los misterios de las conchas marinas, conectado con otros Dioses en un flujo creador sin fin donde los universos tienen sus raíces en e aire que respira en el escorpión de agua, que predice la vida que revelan las iconografías de la fe en los vapores subterráneos y piedras volcánicas donde no se detiene el hervor de los musgos. Las aguas hacia arriba, suben hasta las nubes para dar de beber a Dios y pedirle que abra la tierra para seguir labrando nuestros sueños.
No tengo ojos sino venas para ver las claves eternas del infinito, sólo sé que naceré hecho pez en estas aguas sagradas, cuando en la cima de una montaña del sur, entre hojas de laurel bajarán cuatro ríos con ojos de cielo en preñada tormenta para que sus aguas culminen de cantar la transmutación del caos en luz. El cóndor bajará por la herida suturada del alba y de un cráneo de chinchilla silbará el tiempo. Diez halcones se calcinarán y río arriba saldrá Wiracocha para reunirse con la Madretierra para hacer revivir lo engendrado y dar infinitud a la mitogénesis. El lago creación de vida, El pez que estoy siendo en un ciclo donde cada uno de nosotros está condenado a repetirse.
La tradición andina doblega el tiempo su historia tiene la ingravidez de la persistencia, sus tres períodos, tienen el rumor del agua en nuestros ojos donde ahogamos el grito. En el primer período que es del padre, hijo y espíritu santo, pertenece al tiempo de los gentiles, de plena oscuridad donde estaban los hombres de rojo de baja estatura que se desplazaban con la rapidez semejante a la de los felinos, luego pasaron a ser hombres gigantes que se rebelaron ante Dios y por ello sus cuerpos fueron quemados a la salida del sol, para vivir bajo la luna. En el segundo período, de los que viven ya con el sol donde está la tradición indígena-mesiánica, fueron descabezados y esperan recobrar el cuerpo y recuperar su estado original en la fuente divina o cábala del fuego por Dioses que develen el oráculo, en el otro ciclo del espacio y tiempo andino donde el pasado andino está adelante. En el tercer y último período, cuando el mundo entre nuevamente en crisis los hombres se volverán aves, volarán y vivirán como ángeles, se alzarán las células que da la naturaleza el agua helada donde la creación encuentra su espíritu y su recogimiento. Esta agua renovada traerá los partos sagrados permanentes y los demiurgos anunciados por el oráculo del agua.


A. LOS SEBOS DE LLAMA.

I.- Titikaka, concibe con yema tierna para llegar al sol.


El oro que aniquile a la muerte
vendrá de más de cinco mil metros de altura
sobre el nivel del mar
con la salamandra que habita en el fuego
que vive en el fuego y se nutre de fuego
quemando sin consumir,
vendrá a prender el fogón en la entraña del Lago
y dará su primer hervor al núcleo geométrico
de la naturaleza.
La luna derramará el esperma en este suelo calcáreo
con esa luz simiente, coagulada y divinizada
trocará las orillas supuradas en barro morado
donde se fundirán fosfatos y metales
ante los ojos del pez naciente
imantándose en larvas de agua para una nueva vida.

Con harto pabilo de lana de oveja
el pueblo untará sebo de llama vespertina
para hacer fuego al amanecer
en la cuadratura de la pampa
para el nacimiento anunciado.
Cerca a un ojo de agua los cóndores llorarán
para ver el perfil de la sombra del agua
en impotente espejismo.
Con el frío macizo, con el frío gameto
de piedras tatuadas por el rocío
prenderán candela en la quilla del sebo
para que arda la suerte noches y días enteros
y así venerar al agua y la fertilidad de la tierra.

II.- Titikaka, dibuja el rostro con yema tierna para llegar al sol.

Todavía quedará la clara miótica
en mi lecho acunado
por el cual volveré a mis raíces
hasta mi próxima muerte.
Con el agua primera que vio Tales de Mileto
y los Apus del Altiplano
con su agua secreta que es la sustancia
que da vida
en lo más alto de su misterio.
Nací, ofrendando las honras para las almas
y así evitar un tormento eterno.
Ahora está corriendo
otra vez la serpiente dorada que salió de la sal
entre las punas repta sigilosa
alrededor de un rito de hombres con
plumas gigantes y con cabeza de llamo.

La aguas guardan nuestros sueños
no tienen otro lenguaje que su propia
inocencia.
Desde entonces los insectos silban
en la orilla
para no despertar las aguas crecientes
elevándose sobre la noche.
Soy el origen que regresa
vuelo que se reúne en el cielo
con el saltamontes que brinca en los apriscos
persiguiendo a las mariposas antiquísimas
por las cumbres donde enterraron a los muertos.

Hay una cruz extendida en la pampa
hay otra flotando en las aguas del Lago.
Allí tengo mi cuerpo disperso y plural
que busca salir a una nueva luz.
La Pachamama gira su matriz aúrea
con su poder repristinador
en el anfibio Suche que no se inmuta.
Vengo de los extramuros de los siglos
donde el callar se oye y el saber no se ignora.
Con la tardanza de nuestros orgullos
las frías horas arden y queman helando
una fe surcada sobre una culpa
que busca retirar el velo de una buena vez
de la quintaesencia de luz con el cigoto cósmico.

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1 Churata Gamaliel. “El Pez de Oro” Edit. Canata. La Paz. Bolivia. 1957. Pág. 111.

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