domingo, 30 de enero de 2011
El taita José María, estará contento, estará sonriendo…
Escribe: Escribe: Javier Lajo (*)
El “Chaka Runa” u Hombre Puente: El diccionario quechua del padre Jorge Lira, hace una traducción literal del término “pacha chaka” como: “puente en una profundidad”; lo que coincide con el nombre de “Los ríos profundos”, pero como el idioma quechua tiene la propiedad de aglutinar significados, también es correspondiente a “puente cósmico”. El presente artículo es una reflexión sobre la tarea del Taita José María Arguedas, el de ser un “hombre puente” auroral entre las dos civilizaciones vertientes que componen el Perú; función que cumplió a cabalidad en nuestra história, lo que a la larga, lo mató, muerte que en realidad fue una heroica inmolación, de coraje y temple sin igual. Este artículo quiere despejar cualquier otra sospecha de las causas de su dolorosa y fatal resolución.
De acuerdo con el célebre psicólogo Jacques Lacan, la red inconsciente está constituida por significantes (en los términos de Saussure) y su estructura es idéntica a la del lenguaje en su dimensión estructural u organizada. Esto se comprueba en la vida y obra de J.M. Arguedas, y más aún en “Los Ríos Profundos” que conforman el Perú, cuando el autor se empatiza o identifica con el puente sobre el río Pachachaka, la novela en sí, es un intento de comprenderse a sí mismo como un “chaka runa” u “hombre puente” entre las dos culturas que componen nuestro querido país. Analizar con esta actitud toda la obra de Arguedas es una tarea para la cual no estoy en las mejores condiciones, pero como dice el dicho: “para muestra, basta un botón”. Este intento de unir las dos partes, pero desde el lado “más profundo” del Perú, o intento del andino de comunicarse con “el Otro” u occidental, a pesar de sus agresiones y exclusiones, está también presente en el cuerpo social del mundo andino desde el inicio de la ocupación europea, en la mitología del Inkarri, así lo podemos evidenciar en algunas de sus versiones, cuando nos hablan del Inka Atahualpa, que “estando construyendo un puente de oro entre Perú y España, Pizarro lo mata y le corta la cabeza, esta es llevada a España, pero desde allí sus cabellos de oro puro siguen creciendo, con ellos Inkarri sigue construyendo su puente…”.
Pero, ¿porqué Arguedas asumió tan fatalmente esta inmolación histórica pero también simbólica, que nos afecta a todos los peruanos y que nos obliga a construir un mestizaje digno y desechar el “hibridismo” actual? (1). Inculpar a cierta intelectualidad criolla o europea, por la muerte de Arguedas, es darles una importancia que no tienen, ni merecen. Ensayamos aquí pues, una respuesta positiva, que nos envuelve a todos en esta “promesa peruana”.
Nadie mejor que otro notable seguidor y crítico de Freud, como Carl G. Jung, ha podido entender los problemas íntimamente subjetivos de un hombre que vive y sufre dos culturas diferentes y a veces antagónicas. En su libro biográfico firmado por su secretaria Aniela Jaffé (2), Jung hace una descripción de lo que significó para Europa encontrarse cara a cara con la subjetividad y “la teoría” (ya que desde los viajes de Marco Polo se venían encontrando materialmente) de "otra" cultura como la asiática, el otro extremo de Euro-Asia, o "el Oriente"; este encuentro-desencuentro, se comenzó a producir fatalmente también en un personaje amigo de Jung llamado Richard Wilhelm, que era “un misionero enviado a la China”, pero que la cultísima China lo devolvió como “misionero chino” enviado a Europa para “culturizarla”; este personaje cuyo nombre es muy conocido por todos los aficionados al misterioso “I Ching”, el libro más antiguo de la humanidad y que Wilhelm tradujo al alemán, mostrando así su prodigiosa y comprobable (para cualquier transeúnte, que sepa leer) técnica de cálculo del futuro u “oráculo” a través de unos hexagramas escritos en lenguaje binario, que estructuran “leyes” de la ciencia oriental que Jung llamó “ciencia de la sincronicidad", o en lengua china: El Tao, o “sentido” del tiempo.
Esto nos permite dar algunas puntadas sobre el tema que algunos autores han intuido como el del arguediano “socialismo mágico”. Un paralelo andino a la ciencia de la “sincronicidad” o “el Tao” chino, es sin duda el tema del Qhapaq Ñan, que se viene constituyendo ya como el MITO ANDINO para la juventud andina-amazónica, es pues el Qhapaq Ñan, camino de los Qhapaq (3) o “Camino de los Justos” (k’apakk, en el dicc. de Lira: Justo, exacto, cabal; y Ñan: Camino) o camino material que une (en línea recta a 45º al eje norte sur) antiguas ciudades milenarias del incario, como Potosí, Oruro, Tiwanaku, Pukara, Qosqo y Cajamarca, “camino” y “método”, o señal material e imbatible del milenario proyecto histórico Andino, que fundara aquel Tunupa o Wiracocha del que nos hablan las leyendas y mitos, retratado en mil formas en la iconografía andina-amazónica. Este inmortal camino de sabiduría, también conocido como “Ruta de Wiracocha”, es para algunos investigadores andinos simple “geodesia inca”, pero para los más, representa la continuidad de una “escuela de sabiduría”, escuela entrañablemente nuestra, que marca una disciplina filosófica o “escuela andina” para el perfeccionamiento del espíritu o la continuación de la obra civilizadora de los Incas de la “Qhapaq Kuna”. Tema aún “mágico” sin duda, para los neófitos, pero que está ocupando poco a poco la atención cultural, filosófica, científica, tecnológica, política y hasta gastronómica; de los que tenemos por el Perú, una pasión tan fuerte como la del Taita José María.
Carl Jung explica en sus obras y con mucha autoridad, cómo el “racionalismo científico”, es solo “la manera occidental, científico-causal, de considerar al mundo” y que “entre nosotros, -los occidentales- este pensamiento “oriental” desapareció de la historia de la filosofía desde Heráclito, hasta que percibimos de nuevo, con Leibniz, un lejano eco” (4). Estas palabras nos delatan el límite o “frontera de civilización” del occidente europeo, que vive un inconsciente colectivo megalómano, agresivo e individualista, común, que determina y da marcos al comportamiento de la mayoría de sus gentes, a su filosofía, ciencia y tecnología, muy “racionales” por supuesto y cuya exageración negativa, es el actual capitalismo neoliberal y sus valores anti-humanos y anti-naturaleza, que está llevando al mundo a su destrucción ambiental, energética y económica-crematística. Y esto delata también que usan su particular “ciencia” como una nueva religión, con la finalidad de que los que pertenecemos a otras culturas, aceptemos la cultura occidental como “cultura universal en proceso de globalización”.
Este proceso de enajenación mental “globalizador”, se acabo, colapso; y debemos ponerle fin, desde las culturas más fuertes y con espíritu incluyente, como la cultura Andina y que han resistido a este colonialismo occidental mental y material, a escala planetaria. Esta tarea es el legado principal de nuestro querido Taita José María.
Regresando a lo central de nuestro tema, Jung nos relata en el libro de A. Jaffe, que “...la re-asimilación de R. Wilhelm a Occidente me pareció algo irreflexivo y por ello peligroso...existía el peligro de un conflicto, de un choque del alma oriental y occidental... La enfermedad se agravó en los próximos meses y supe que estaba en el hospital... En sus sueños se hallaba de nuevo en senderos sin fin o en estepas asiáticas –en la abandonada China- volviendo al problema que China le había planteado y cuya respuesta el Occidente le había impedido...Yo creía comprender su situación...Su interés se mantenía mientras hablábamos de lo objetivo...Pero cuando intenté rozar los actuales problemas de su conflicto interno percibí inmediatamente un titubeo y un encerrarse en sí mismo, porque la cuestión le dolía. Se trata de un –no entrar, prohibida la entrada- que no se puede forzar un destino que no soporta el abordaje humano.” Poco tiempo después el querido amigo de Jung, Richard Wilhelm, el hombre que llevo el pensamiento binario chino a Europa, murió de dolor, víctima de una extraña enfermedad asiática.
El auroral o precursor “hombre puente”, mortificado, dolido, angustiado al extremo por “las contradicciones de civilizaciones”, se rompió, se arrancó por la tensión entre las partes del cosmos que quiso unir; proceso fatal que ni un gran sicoterapeuta como era Karl Jung pudo, comprender, conjurar y salvar.
Hoy en día los peruanos y peruanas, guiados por J.M. Arguedas, Manuel Escorza (otro héroe cultural andino incomprensiblemente muerto en un accidente aéreo), entre otros, vivimos sufrientes y en masa este choque inacabable de dos culturas o civilizaciones. El peruano sufre individual y colectivamente esa "contienda subjetiva" por decirlo de alguna forma, que afectó y mató, inmolando al Taita José María Arguedas, tal como en otras circunstancias y latitudes este mismo proceso o “contienda subjetiva” entre civilizaciones, mato también a Richard Wilhelm; paralelismo que nos puede explicar un síndrome único que afecto a tantos otros “hombres puente” o “Chaka runas” (en runa simi), que pretendieron unir dos civilizaciones, ofrendando su vida misma.
Esto es lo que hace tan difícil comprendernos entre las partes o vertientes del Perú. Sin embargo hay que reconocer que la vertiente indígena u originaria es la parte fuerte, consciente e incluyente del conflicto entre ambas vertientes Andino y Occidental, que en la mayoría de los casos luchan dentro de nuestra subjetividad. Esta contienda subjetiva, es lo que hace más difícil aún el proceso de unión y conciliación de nuestras diferencias objetivas, como son las diferencias económicas y políticas, pero que más temprano que tarde, tendrán que asumir un “orden andino”, para una solución definitiva de esta promesa que se llama Perú.
NOTAS: (*) Artículo de Javier Lajo, corregido y actualizado, en homenaje al “Año del centenario del nacimiento de José María Arguedas”. Fue publicado en La República del 08/12/1999. (1) Algunos autores como Julio César Díaz del Olmo, y Max Hernández, nos hablan de un doloroso “bastardismo” que procrea el “caos” del hibrido cholaje, que no reconoce autoridad, ley, ni orden alguno. (2) Aniela Jaffe, “Recuerdos, sueños y pensamiento”, Edit. Seix Barral S.A. 1966. (3) Javier Lajo; “Qhapaq Ñan, la ruta Inka de sabiduría”. Edit. CENES-Amaru Runa; Lima, 2005. (4) “El secreto de la flor de oro”, C.G. Jung, Richard Wilhelm, Edit. Paidos. 1981.
Los caballos de la muerte o la reescritura de la poesía
Los caballos de la muerte o la reescritura de la poesía
Darwin Bedoya, Terminal terrestre, Grupo editorial Hijos de la lluvia, Juliaca, Perú, 2011, 36 pp.
Escribe: Walter L. Bedregal Paz LOS ANDES
¿Por qué anhelamos la muerte? ¿Qué nos mueve a poner nuestra vida al alcance de la nada, a dejarla en el centro de la oscuridad? ¿Acaso todo esto se trata únicamente de ponerle más vida a la muerte? O es que tal vez esto tenga que ver con un sobrecogimiento frente a la verdad de todas las cosas. Aunque no queda exento el razonamiento de que esto resulte ser una brumosa sugestión de otra vida, de una palabra a la vez extraña y familiar que nos conduce al poema. Estas preguntas y supuestos parecen estar acercándose y alejándose en la poesía de Terminal terrestre, el nuevo texto de Darwin Bedoya (Moquegua, 1974). El poemario empieza con un verso de El cristal, uno de los libros primigenios del mexicano Jorge Fernández Granados:
yo también soñé despacio los caballos de la muerte |
mientras la poesía | incorregiblemente juntaba palabras
dispersas | para comenzar a decir | yo soy quien puede
hacer oraciones chorreando aves oscuras | yo soy quien
puede atravesar silencios como un potro ya sin vida
( [1] yo también soñé despacio los caballos de la muerte, p.12)
Es a partir de este primer poema que se vislumbra esa pulsión reiterativa de la aniquilación y la fragmentación dentro de un tejer infinito de ecos cuyo concierto alcanza al poemario anterior del poeta, Leve ceniza (2010), es desde allí o desde Terminal terrestre que la muerte va cobrando mayor cuerpo y su efluvio se va acrecentando en cada verso, en cada poema y va, de ese modo, conduciéndonos a un lugar cuyo laberinto sin salida, a veces o en la mayoría de casos, quiere extraviar la sucesión del discurso al igual que la comprensión y la ubicación del lector. Desde esta refracción, la semejanza inicial de Terminal terrestre con Leve ceniza no resulta una suerte de casualidad, menos un asunto meramente superficial o anecdótico, sino más bien, esto demuestra que el autor ha pensado en escribir e inscribir su obra siguiendo un proyecto escriturario, un programa poético. Quizá Terminal terrestre sea una parte más de Leve ceniza o Terminal terrestre pudo haber sido el eje de Leve ceniza. Con todo, o fuere como fuere, la poesía de Bedoya nos permite percibir los límites en donde las cosas permanecen y se van; se tornan luz, espacio, movimiento, y así nos van mostrando que lo que llamamos vida o realidad, supera por mucho la idea preconcebida que de ella tenemos:
sólo quiero que mis huesos florezcan en el lugar donde
moran los hombres | quiero señalar con un trébol al
cielo y reinventar mi propia muerte | nada sucede
cuando desvío manadas de oscuros potros salvajes hacia
un barranco | nada es hambre | nada me llueve |
polvareda inútil | caballos errantes más allá de mis ojos
( [8] nada me llueve, p.16)
Cada cosa, cada ser es otra razón, indefinidamente: la vida es un cuerpo que es un cadáver que es un cuerpo; su existencia es un palpitar que es un suspiro; el cual no es tal puesto que en vez de palpitar se cierra como una mirada; en cuanto al sueño y a la realidad, a la vida y a la muerte, en Terminal terrestre ya no se oponen pues se confunden entre sí, entonces aparece la duda. Surge la gran interrogante frente a los presagios:
¿qué será? | anoche sentí llover donde antes no había
nubes ni cielo ni tierra | sólo un sonido como de una
desaparición de caballos que venían por mí| ¿qué será?
| esta mañana los charcos me hablaron de lluvia y tierra
y cielo | ¿qué será?
( [9] una desaparición de caballos, p.17)
Todo esto no sólo está escrito en el poema, sino que también está urdido en algún lugar de la vida, del corazón mismo —si éste último aún existe debajo de los cascos de los caballos—; pero gracias a esa red vertiginosa de ecos que hemos intentado atisbar y que sólo puede ser tejida por la conciencia clara de lo que se quiere escribir, inclusive más allá de las visiones fantasmales, más lejos aún que los murmullos terribles que envuelven la vida, ese respirar a punto de eclipsarse:
baño mis pies en un río descomunal | en la otra orilla un
niño azota las aguas con un animal muerto | las aguas
comienzan a teñirse de rojo | el niño se toma las venas
de la mano y llora consternado | el animal muerto se
deshace | a lo lejos un puente se derrumba inexorable |
un murmullo terrible aqueja el silencio | flotan caballos
muertos en el agua
( [11] un niño azota las aguas con un animal muerto, p.21)
Uno, a veces, piensa o dice: Yo no le temo a la muerte. A mi propia muerte. Pero no tengo claro cómo voy a morir. Vi morir a un amigo. Ayer estaba y hoy ya no. Todo se volvió negro, como el carbón, y se fue para siempre. No tengo claro cómo voy a morir. Si pudiera elegir mi muerte, pediría que fuera común y corriente. O, mejor, que me duerma y no despierte jamás. Pero nunca desearía una muerte como la de mi amigo. Y, sin embargo, lo que sí sé y estoy seguro, es que con mi diagnóstico nadie puede durar mucho tiempo. Al menos sentiré que llega ese momento. Aunque prefiero morir quedándome dormido, para no sentir nada de nada. A veces pensamos así y la muerte nos crea mundos diferentes. Muertes diferentes. Morimos de otra manera, la menos pensada. Y es que se trata de mundos tan opuestos como el de la vigilia y el del sueño. Pero la muerte es una distancia sola y cabalga lentamente:
tanto he soñado con la distancia que se han gastado las
madrugadas | ahora guardo oscuros caballos muertos en
los dedos de mis manos | los sueños no pueden volver a
ocurrir | las madrugadas no existen | y en un rincón de
aquella casa que nadie recuerda | lloran terriblemente
los caballos
( [12] ahora guardo oscuros caballos muertos, p.23)
Nada sucede cuando desvío manadas de oscuros potros salvajes hacia un barranco. Flotan caballos muertos. Ahora guardo oscuros caballos muertos en los dedos de mis manos: este exterminio de caballos puede ser una manera de querer alejar el presentimiento de la muerte. El desmoronamiento del galopar que se acerca. Cabestros, herraduras, galopes, relinchos, aparejos, crines, grupas, cascos, herraduras, bridas, espuelas, belfos, ijares, riendas. Potros, alazanes… Si bien, determinar el objeto radical del mundo poético operante en la obra de Bedoya supone encontrarse con la muerte —a caballo— cabalgando, no nos extravía sino que, Bedoya ha escrito este poemario —apartándose sutilmente de otro texto anterior titulado mi padre ojos de caballo (LagOculto Editores, 2010)— con una serie de glosas amplificadoras del discurso: en primer lugar, postula la necesidad de la muerte como un bien terrestre. En segundo lugar, el autor escribe sobre el sentido y valor de la vida o mejor dicho, la necesidad de la muerte, ambos asuntos parecieran surgir como una paradoja frente a la vida del poeta, y de ese modo resguarda una ontología poética en la que se puede decir una realidad que sólo es verdad en tanto se sitúa más allá de sus propios límites:
traigo un rosario de huesos | un sueño muerto que aún
piensa en despertar | pienso en un caballo negro
pastando en mis manos | tengo palabras como piedras |
y mi boca es la de un animal | muerto también | un
recuerdo inventado por los años | alguien cabalgando en
un sueño profundo | un jinete de humo
( [13] un recuerdo inventado por los años, p.25)
Bedoya, tomando la muerte como existencia poética, la reescribe sagazmente, en respuesta a una necesidad de construcción formal a través de un lenguaje sencillo, elegíaco, pero, eso sí, con un rigor de palabras que encajan precisas en el lugar exacto para dar lugar a la poesía. No es difícil seguir el desarrollo orgánico del quehacer poético de nuestro autor, pues en su data ha estado empleando casi los mismos procedimientos de su poesía anterior, aunque a veces, cambia ligeramente un sistema expresivo, pero vuelve a su cauce, casi como una necesidad o patria, variando de este modo el constructo de la expresividad del hablante poemático:
esta melancolía terrestre | mi hueso terrestre | nada
saben de la carne sin sangre | nada puede quedar de mi
calavera | mi polvo terrestre | nada queda de la vida |
salvo los caballos de la muerte | irrumpiendo como
sueños | violentas humaredas | saliendo de un pocillo
oscuro y profundo | terrestre
( [14] humaredas de un pocillo oscuro y profundo, p.26)
Creo que en la perspectiva de viaje, Terminal terrestre no es otra cosa que la representación, la simbología (Debemos pensar que todo símbolo, en cuanto signo, evoca una realidad que trasciende el objeto simbolizante y comporta un sentido oculto y misterioso que apela al fondo irracional del inconsciente, del sentimiento y la emoción. Por ello, en el término simbolizante no se podría percibir con absoluta certeza —ni tan siquiera el poeta, pensando sobre el caballo y la muerte, los podría percibir con exactitud— el verdadero término o concepto simbolizado, tal vez ahí radique la valía y la significancia de la poesía) de un cementerio, el paradero final, ese sitio donde todos vamos a llegar, tarde o temprano, es por eso que aquí, en estos versos, están escritos los signos únicos de la vida. En esta poesía habita la voz que esperamos nos llame y nos pueda guardar desde una reminiscencia insegura y a la vez contundente. Caballos. Cabestros, galopes, relinchos, aparejos, crines, grupas, cascos, bridas, espuelas, belfos, ijares, riendas. Herraduras. Potros, alazanes. Los caballos de la muerte. Una reescritura de la vida, de la poesía misma. Aquí en estos brevísimos poemas ocurre un espacio interior que nos gobierna y al que volvemos cada vez que llega o se quiere ir la vida, justamente para hallar las palabras necesarias y rotundas. Quizá por ello la obstinación de estos poemas no se detiene tanto en la muerte como tema y variación de la plenitud en la sucesión de los días, aquí la muerte actúa solamente como el mecanismo oculto de esas intrincadas mutaciones de la vida, como una recóndita representación que posee la certeza de nuestro destino, de nuestros días finales: la siempre condición humana, porque la muerte no es sino otra forma de vida lejos de la vida. Lejos de aquellos potros apocalípticos, sombras de bárbaros atilas.
Walter L. Bedregal Paz (Tacna, Perú, 1965). Ha escrito, entre otros libros, Mi hermana menor (cuento), Pamoslake (cuento). Ha preparado la Antología de poesía puneña: Aquí no falta nadie. Tiene en preparación una colección de cuentos y lo que será su primera novela; además, acaba de concluir una muestra de poesía peruana. Actualmente dirige la revista de literatura La rama torcida. A través del sello editorial Hijos de la lluvia viene preparando los libros (21) que conformarán la colección Letras de la poesía latinoamericana que incluirá la misma cantidad de autores de habla hispana.
domingo, 16 de enero de 2011
“Los ideales de Arguedas no son arcaicos, apuntan al futuro”
Este martes 18 de enero se cumplen cien años del nacimiento del escritor José María Arguedas (Andahuaylas 1911-Lima 1969). El autor de Los ríos profundos, Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo dejó un legado que ahora es revalorado con homenajes nacionales e internacionales y con el anuncio de la edición completa de sus estudios antropológicos. Carmen María Pinilla, estudiosa de su obra, hace aquí un acercamiento a sus ficciones, pero también a su vida atormentada, marcada por los contrastes.
Por Cynthia Campos
“Dicen que ya no sabemos nada, que somos el atraso, que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor. Dicen que nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos (...). Dicen que algunos doctores afirman eso de nosotros”, escribió José María Arguedas en 1966 en un texto que tituló Llamado a algunos doctores. Líneas después, los desafiaría: “Saca tu largavista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes. Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan”. Arguedas lanzaba así el reto: entender el ande con una nueva mirada, una que valore la riqueza de la cultura andina como la de todas las culturas que habitan el Perú, para lograr un país, como en el título de su novela, de todas las sangres.
El reto de repensar a Arguedas sigue vigente y fue el propio Mario Vargas Llosa quien recordó al autor en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2010. Vargas Llosa saldaba con él una deuda que tenía desde que publicó La utopía arcaica (1996) y los expertos de la obra de Arguedas, como Alejandro Ortiz Rescaniere y Rodrigo Montoya, le salieron al encuentro. La especialista Carmen María Pinilla, miembro de la Comisión del Centenario de José María Arguedas, nos acerca a esta polémica y a la vida y obra del autor de Yawar Fiesta.
–¿Mario Vargas Llosa ha cambiado su visión sobre la obra de José María Arguedas. Ya no la considera ‘arcaica’?
–En primer lugar, Mario Vargas Llosa admira a Arguedas. Es un admirador sincero de la obra de Arguedas y la ha estudiado a profundidad. Lo que pasa es que él considera que José María Arguedas siente alguna añoranza porque se está perdiendo la tradición andina, pero Vargas Llosa interpreta esta añoranza como un deseo de regresar a ese orden andino, de que no cambie, de que se quede congelado. Entonces, sí, pienso que con este último discurso Mario Vargas Llosa ha enmendado el calificativo de ‘arcaica’ a la utopía de Arguedas, o a los ideales de Arguedas. No son arcaicos porque los ideales de Arguedas no son regresar al pasado sino más bien utilizar valores del pasado, que existen todavía en las poblaciones actuales, herederas del pasado incaico, y que esos valores tengan una utilidad en el futuro. Por último, sería en todo caso la utopía de todas las sangres, como dijo Rodrigo Montoya.
–¿Qué hace al mensaje de la obra de Arguedas un discurso tan actual?
–Este proceso por hacer del Perú un país de todas las sangres sigue vigente y las expresiones culturales del ande también; no se opacan en absoluto con la llegada de las tradiciones occidentales. Aún ahora sucede eso. Mira, por ejemplo, en Gamarra, las creaciones de los empresarios de origen andino tienen todos los colores del ande. Fíjate en la música chicha. Nuestro idioma también está lleno de imposiciones de la cultura quechua. No es que se va a arrasar con el pasado; se está demostrando que eso no es así necesariamente. Además, Arguedas habla de segregación y discriminación, que son problemas que se viven aún ahora en todas partes del mundo, por eso lo estudian en España, en Alemania.
–Pero el mensaje arguediano ha sido aprovechado políticamente también. Alejandro Toledo, por ejemplo...
–Claro. Sin ir más lejos, también el gobierno de Fernando Belaunde. Belaunde apreció la obra de Arguedas y muchas veces se inspiró en ella, incluso lo invitó a ser director de la Casa de la Cultura. Esa es la propiedad y la actualidad de Arguedas, que es de todos y no puede ser apropiado por un partido político o un determinado sector, ya sea de derecha o de izquierda. Es algo parecido a lo que sucedió también con la figura de Túpac Amaru en los tiempos de Juan Velasco Alvarado. Pero está bien que Toledo lo cite porque lo difunde, y en la medida que lo lees te das cuenta de que no es el mensaje de Toledo sino el de Arguedas.
Arguedas en su tiempo
–¿Cuáles son los hechos que marcan la escritura de José María Arguedas?
–Como dijo Alberto Flores Galindo, Arguedas vivió los procesos sociales más importantes del Perú en el siglo XX. Entre los 9 y 14 años vio nacer los grandes movimientos reivindicatorios del indio en la sierra. Entre los 20 y 23 años ve la serie de levantamientos de los indígenas en contra del gamonalismo, que había alcanzado altísimos niveles de explotación. Además, su padre era juez de primera instancia en Puquio y tenía que recorrer con él varias regiones en el país. Ello sin contar que, desde niño, el escritor estuvo expuesto a los contrastes. Mientras el padre salía de viaje, la madrastra en casa lo maltrataba y lo exiliaba al mundo de la cocina, con los indios. Cuando el padre regresaba, lo peinaban, lo limpiaban y lo sentaban en el comedor principal. Él pudo ver ambos mundos, del indio y del gamonal con todas las desigualdades y contrastes entre ambos, desde muy chico.
–En Lima también ve estos contrastes...
–Sí, en la década del 40 van a intensificarse los movimientos migratorios que cambian totalmente el rostro de las ciudades. Todo esto va a cambiar la situación en el ande y, coincidiendo con el empobrecimiento del agro, se produce el deseo de emigrar, de abandonar el campo, la agricultura tradicional. Esto significa un cambio total en la costa, donde Arguedas es testigo de cómo se van formando los pueblos jóvenes, las barriadas. Él frecuenta estas barriadas, tiene allí amigos músicos, folcloristas, y los visita frecuentemente. Por eso es que critica a Luis Felipe Angell (Sofocleto) cuando este publica su novela La tierra prometida, y –según Arguedas– las presenta como una realidad deformada y sin futuro. Arguedas dijo que no es así y quiso demostrarlo en su última novela El zorro de arriba y el zorro de abajo cuando presenta en el escenario del mercado a migrantes de distintas partes del Perú que caminan juntos y luchan por un proyecto común.
La realidad golpea como un río
–Se dice que uno de los mayores aportes de Arguedas ha sido revalorar la figura del indio...
–También lo creo, pero se ha prestado a exageraciones. Es un tema que le han achacado mucho, sin embargo el mismo Arguedas se defiende diciendo que él no retrata solo al indio. Él dice que para expresar al indio él tiene que expresar con la misma agudeza a los personajes que hacen del indio lo que es. Es decir, él trabaja con el mismo ímpetu al gamonal, al patrón, a los jueces, a los curas, al gendarme, etc, y los presenta a todos –incluyendo al indio– con sus virtudes y sus defectos. Su objetivo es otro. Él dice muchas veces qué es lo que le lleva a escribir. Dice que los dos grandes objetivos de su vida son mostrar una realidad desconocida –o mal conocida por los prejuicios– y luego golpear como un río la conciencia del lector. Por eso luego va a complementar su vocación literaria con la de científico social, de antropólogo.
–Una de las acciones en homenaje por el centenario es editar la obra completa de los estudios antropológicos de Arguedas. ¿Cómo va ese proyecto?
–Los esfuerzos han sido inmensos y finalmente se consiguió que el señor Humberto Damonte publique la obra antropológica de Arguedas este año, posiblemente a mediados de mayo. Mira qué importante es: la obra antropológica tiene 7 tomos, la literaria 5. Ha sido un gran trabajo, conseguir documentos de revistas, libros y archivos especializados del Perú y del extranjero.
Amistad poética
–Este año se cumple también el centenario del nacimiento del poeta Emilio Adolfo Westphalen, íntimo amigo de José María Arguedas. Usted estudió la correspondencia entre ambos. ¿Cómo era esta amistad?
–Maravillosa y alturada. En mi libro Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de José María Arguedas se reúnen numerosas cartas, muchas de ellas de Emilio Adolfo Westphalen. Y es que cuando ellos se escribían había siempre una parte dirigida a los amigos y otra parte para las esposas. Se dirigían o bien a Celia o bien a Judith Ortiz Rescaniere, artista plástica, hermana de José Ortiz Reyes, otro gran amigo de Arguedas. En esas cartas se habla de literatura, de política. Además, cuando Arguedas está con sus alumnos quechuahablantes les da a leer poemas de Westphalen. Es un amigo muy tierno. Arguedas se preocupa mucho por las hijitas del poeta, Silvia e Inés. Se ayudan, se aconsejan.
–También se burlan de Pablo Neruda.
–(Ríe). Sí, les parece horroroso el poema que hace Neruda a Machu Picchu.
–Las mujeres jugaron un rol importante en la vida amorosa de Arguedas, pero parece quejarse siempre...
–Lo que pasa es que Arguedas era enamoradizo y enamorador. Su primer gran amor fue Celia Bustamante Vernal, pero antes tuvo varias relaciones, no tan fuertes. José María y Celia, que ya se habían conocido en la peña Pancho Fierro, se enamoran cuando ella lo visita y ayuda en la prisión El sexto, en compañía de su hermana Alicia, quien pertenecía a Socorro Rojo (organismo del Partido Comunista). Arguedas estaba preso por protestar contra un general fascista que visitó San Marcos. Viven 26 años de un matrimonio feliz para todos los que los conocieron. Pero él frecuentemente se queja de insatisfacción. A la par, tiene varios amoríos que no llegan a nada. Solo uno es importante, el romance que tiene con Vilma Ponce, en Apata (Junín), que lo ayuda a terminar Los ríos profundos. Finalmente, se enamora de Sybila Arredondo, pero también se queja de insatisfacción. Con todo, cuando él se siente decaído, enamorarse e ilusionarse le despierta la chispa de la vida.
–Pero la depresión le gana a la ilusión.
–Es característico de su tipo de personalidad. Esta personalidad que tiene sentimientos de muerte, que luego de la muerte de la madre vive en ambientes amenazantes. Con un padre casi ausente, tendrá luego problemas para mantener vínculos afectivos estables. Va siempre buscando a la mujer perfecta, virginal, algo que, evidentemente, no se puede alcanzar.
Las crisis
–Otra mujer, su terapista Lola Hoffmann, es fundamental también.
–Sí, a partir de los años 60 él comienza terapia con Lola Hoffman. Arguedas dice que es ella quien le da el empuje para terminar su matrimonio con Celia. Pero luego Lola entrará en crisis también; muere su pareja sentimental y luego tendrán que quitarle un ojo por un problema de glaucoma. Esto afecta a Arguedas profundamente; su temperamento es bastante sensible.
–Bastante sensible a las críticas también. La mesa redonda sobre Todas las sangres en el año 65 lo hirió de muerte...
–Esas críticas en el Instituto de Estudios Peruanos fueron devastadoras, pero no creo que hayan sido determinantes de su decisión de suicidio. Su situación afectiva, el problema de Lola Hoffmann –su ‘mama Lola’–, la situación política y social, el hecho de que siente que otros han hecho cosas mejor que él –como la traducción de los mitos de Huarochirí–, todo ello hace que no soporte más. Es curioso, en el psicoanálisis se ve que las personas que han tomado esta decisión radical sienten tranquilidad. Eso al parecer le ocurrió a Arguedas pues antes de morir hizo llamadas para despedirse de sus seres queridos, dio recomendaciones, escribió cartas.
Lo que dice en el último diario, incluido en El zorro de arriba y el zorro de abajo, lo corrobora. “He sido feliz en mis llantos y lanzazos porque fueron por el Perú; he sido feliz con mis insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y en castellano (...). En la voz del charango y de la quena lo oiré todo”. Sí lo oyó. Pero fue después de que sus amigos trasladaron su cuerpo a escondidas para que fuera enterrado en su tierra, Andahuaylas. Lo oyó todo: las danzas, los charangos, las quenas y los cantos.
martes, 11 de enero de 2011
“Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas”
“ARGUEDAS ES EL PERÚ”
Por: Néstor Espinoza
El obeso y grotesco gobernante de los ricos y de las transnacionales de bandera china, española, chilena, yanaqui, que no gobierna para el pueblo peruano y con cuyo nombre no queremos infestar esta página, se opuso a la designación del 2011, como año del centenario del nacimiento de José María Arguedas, escritor cumbre del mundo andino y del Perú. Y el congreso, en sus alrededores aun de la medianía congresal y de la miseria política, consumó la obtusa oposición.
¡Qué felicidad!. ¡Qué buena suerte!. Esto no es una pérdida, sino una ganancia.
El año del centenario de nuestro gran amauta José María Arguedas queda libre del lastre y del manoseo de un gobierno podre, emergido, al caballazo, de la promiscuidad, la secta, el fanatismo y la banalidad de un partido politiquero supuestamente del pueblo.
Esto no es un agravio. Todo lo contrario. Agravio hubiera sido lo otro.
Con la designación de parte de un gobierno putrefacto, el año del centenario del nacimiento de nuestro escritor hubiera quedado encochinado para siempre y hubiese servido para el aprovechamiento y la panzuda pavonada, digna de conmiseración, de un megalómano metido en una banda presidencial de comparsa, la que, hoy por hoy, dado su total descrédito, nada significa. Y vuelto a la vida y de saberlo, José María Arguedas se habría disparado otro tiro en la sien.
José María Arguedas, el escritor que murió de amor no sólo por el Ande, sino que amó con visión ecuménica al Perú de todas las sangres, queda incólume y en el lugar que le corresponde a su alta nombradía literaria y humanísima, en su independencia frente al poder político y más aún, en este caso, frente a un poder político putrefacto. La podre oficial no le salpicará de su pestilencia. ¡Gracias apus nuestros!. Esto es lo que se lo pedíamos al poder y la fuerza de nuestros apus del Ande y de Andahuaylas. Y ellos nos han escuchado y han actuado, impidiendo que un gobierno enemigo de nuestras comunidades andinas se trepara al prestigio de dimensión cordillerana de nuestro taita José María Arguedas. Celebrémoslo, escritores del pueblo y pueblo peruano melenario. Nosotros estamos con Arguedas y Arguedas está con lo suyo, con su pueblo.
También deben de estar celebrándolo Melgar, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Carlos Oquendo de Amat, Gamaliel Churata, Alejandro Peralta, Manuel Gonzáles Prada, Abraham Valdelomar, Alberto Hidalgo, Manuel Escorza, Juan Gonzalo Rose, Luis Nieto, Javier Heraud, etc.
Para un gobierno de veras peruano, la declaración del 2011 como el año del centenario del “descubrimiento” de Machu Picchu habría implicado unirlo, por necesidad lógica, con el centenario del nacimiento de José María Arguedas, siendo éste uno de los más representativos escritores de la cultura andina, a la que pertenece Machu Picchu, como uno de sus colosales testimonios arqueológicos, admirado por el mundo entero. Más aún, estando de por medio el petitorio de tantos intelectuales peruanos y, sobre todo, del pueblo andino natal de José María.
Pero esto no pasa por la tozudez de quienes usufructúan del poder político con malas y pútridas artes.
Nos adherimos a la determinación y el llamamiento del Gremio de escritores del Perú (GEP) de declarar a este año como el año del nacimiento de José María Arguedas, en contrapartida a la arbitrariedad oficial y oficiosa. Por una sencilla razón: El pueblo es el que delega su poder, mediante el voto, al gobernante, para que éste gobierne a su favor y no en contra suya. Y sólo una mente enferma y nefasta puede creerse dueña de un país y contradecir y contrariar el sentir del pueblo y pretender imponer su capricho personal por encima de la colectividad.
¡Con la palabra quechua “ kachkarinaqmi “, que significa “sigo creciendo”, resumamos el ser y el existir de Arguedas, entendiendo también, por extensión, aquel término, como “sigo siendo”, porque sólo el ser crece. Arguedas, de niño, vio el racismo y la discriminación a los indios por los taitas. Y él mismo, ya una vez en Lima, como escritor y antropólogo, tuvo que luchar agonalmente contra el racismo, el insulto a los serranos y el desentendimiento del mundo andino por los criollos. Y siguió creciendo. Y, paradójicamente, aun después de muerto, sigue luchando por seguir siendo y seguir creciendo, contra la pretendida lapidación oficial a su ser y existir. Entonces, la propuesta arguediana es la lucha, con la pluma y el puño, por la afirmación de la identidad andina, junto a las demás identidades del Perú de todas las sangres, que no es una utopía arcaica , sino la más bella utopía posible. Porque Arguedas ya no está solo. Arguedas está con su pueblo y con nosotros los escritores del pueblo, que decimos también con fervor peruano :! kachkarinaqmi!
¡2011 , Año del centenario del nacimiento de José María Arguedas! ¡Y al tacho, la arbitrariedad oficial! ¡Arriba Perú!. ¡Arriba José María Arguedas!. ¡ kachkarinaqmi!. ¡Qampis gamchi kallanki, nóqapis nóqami kallá!
Néstor Espinoza (Periodista )
Papel de viento, ¡pasa!
Pluma de carne, ¡pasa!
Avisa a todos los compañeros, ¡pronto!
JUSTICIA PARA ARGUEDAS
El capricho presidencial fue el determinante de que este 2011 oficialmente sea nombrado como el “Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo”. Sin embargo, extraoficialmente, muchos peruanos se adhieren a la causa de reconocer este 2011 como el Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas.
En las redes sociales, como Facebook, uno puede percibir notoriamente la inconformidad con las decisiones presidenciales. El ministro de Cultura, Juan Ossio, anunció que al presidente Alan García no le fue de su agrado nombrar este 2011 como el Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas y tampoco Año de Todas las Sangres. Para el presidente es más importante celebrar la devolución de las piezas arqueológicas por la Universidad de Yale que rendir un homenaje merecido a un escritor, etnólogo, antropólogo, educador que hizo más por el Perú (y seguirá haciéndolo) que Hiram Bingham.
Un grupo nutrido de personas en las redes sociales se adhiere a la rebelión intelectual y moral de poner en sus documentos oficiales Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas, en contraposición al capricho presidencial que nada tiene que ver, según algunos intelectuales entrevistados por LA PRIMERA, con el hecho de homenajear a Machu Picchu. “Me adhiero a: 2011 Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas” es una de las páginas de Facebook, desarrollada por el Club Andahuaylas, que se hicieron para movilizar a la ciudadanía y realzar el sentimiento de homenaje al escritor de “Los ríos profundos” en el centenario de su natalicio. Otro es “2011: Centenario del Nacimiento de José María Arguedas”. En Ayacucho, el presidente regional Wilfredo Oscorima dio inicio a LA PRIMERA sesión del consejo regional y declaró el 2011 como el Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas, un ejemplo a seguir.
Una opinión interesante también la ofrece Antonio Muñoz Monge, periodista cultural que valora la dimensión de la obra de Arguedas y critica la designación del año de Machu Picchu para el mundo: “Muchos peruanos no llegan a Machu Picchu porque cuesta una fortuna… Se promociona Machu Picchu para el mundo, pero no para los peruanos”. Por otro lado, el escritor y periodista Maynor Freyre resalta la figura de Arguedas, porque “mantiene la peruanidad en ristre. Hay autores que tratan el asunto peruano y lo universalizan. Arguedas es representativo de ellos, nos da pie a respetar lo nuestro”.
Cuesta creer que la agenda cultural para todo el año 2011 que ha preparado el Ministerio de Cultura en honor a José María Arguedas, las palabras de apoyo de Mario Vargas Llosa (a quien Alan García le dio dos besos de Judas) a la idea de conmemorar el nacimiento de Arguedas este 2011, con un movimiento intelectual a favor en las redes sociales y medios de comunicación tradicionales, y más, este tipo de decisiones todavía continúen perteneciendo a una sola persona. De paso, Alan García le ha dado una cachetada y una patadita simbólicas a su ministro de Cultura (nuestro ministro), quien preside la comisión oficial encargada de las celebraciones por el centenario del nacimiento de José María Arguedas.
Comentarios:
Oswaldo reynoso, escritor
“Se llama Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo porque se dice que Bingham descubrió Machu Picchu. El gran escritor Eduardo Galeano nos recuerda, en uno de sus artículos donde habla sobre los ‘descubrimientos’, cómo Vasco Núñez de Balboa dice haber descubierto el Océano Pacífico, como si los habitantes de esta parte del mundo hubieran estado ciegos. Lo mismo con Machu Picchu. Todo el mundo sabía que estaba ahí (hay estudios científicos que tratan el tema de Machu Picchu), pero vino un gringo e hizo fortuna con eso y nos saqueó. Esto va en contra de la naturaleza propia de los peruanos. El recordar en este año el descubrimiento de Machu Picchu es tener una mentalidad colonial. Quiere decir que nuestros indígenas eran unas bestias. El año pasado se celebró cien años del nacimiento de Ciro Alegría y no le hicieron caso, hubo algunas voces en el Parlamento que dijeron que como no se pone el nombre de personas (lo cual no es cierto), pongámosle el nombre de Año de Todas las Sangres a 2011. Con ese criterio, el año pasado debió llamarse el Año de los Perros Hambrientos (por Ciro Alegría). Los Perros Hambrientos se hubieran comido al Perro del Hortelano”.
Rodrigo Montoya, antropólogo
“Cometieron un grave error las personas que creían que Alan García aceptaría la propuesta de llamar a 2011 como el Año del Centenario del Nacimiento de José María Arguedas. Grave error, porque Arguedas y el Apra se odiaron siempre. El Apra detestó a Arguedas. Nunca hubo una relación entre ambos de manera ni siquiera saludable. Luis Alberto Sánchez tampoco soportó a Arguedas porque creía que era un indigenista. Él decía que estaba harto de los indigenistas; lo hacía porque era un limeño con aires de aristocracia; él se creía el último gran señor. Y la polémica que tuvo Sánchez y Mariátegui repercutió sobre el desdén del Apra con Arguedas. Mariátegui le dijo a Luis Alberto Sánchez “no me llames indigenista, yo soy socialista”. Arguedas también escribió un texto diciendo que no era indigenista y Sánchez no le creyó. El Apra no tiene ningún motivo para celebrar en serio, con un gran compromiso, el centenario del nacimiento de Arguedas. Hiram Bingham no descubrió Machu Picchu. Hay propietarios y juicios abiertos sobre ese tema. El gran argumento para García es el favor del gobierno aprista para todas las empresas privadas, entre ellas Lan Chile y las empresas que controlan el mundo del turismo”.
Luis Guillermo Lumbreras, Arqueólogo
“Yo pienso que es absolutamente importante que nosotros reconozcamos a José María Arguedas, porque es una de las personas que ha logrado una de las definiciones más geniales de lo que es el Perú. Le debemos al antropólogo, etnólogo, escritor, folclorista Arguedas obras significativas. (Para dar un ejemplo), no hay folclorista en el Perú que no reconozca a Arguedas como un ícono fundamental. Yo tuve oportunidad de conocerlo, especialmente en la universidad, en el trabajo en el campo de la cultura. Y en la universidad trabajamos juntos en la Cátedra del doctor Valcárcel. Yo estaba absolutamente convencido de que nombrar a 2011 como el año del centenario de su nacimiento iba a ser la decisión, porque, evidentemente, el más importante era José María Arguedas. Creo que Machu Picchu se merece el reconocimiento, pero no hay que olvidar que, en realidad, el homenaje se lo estamos haciendo al señor Hiram Bingham, que empezó a excavar y hacerlo conocido. En vez de rendir homenaje a un peruano muy ilustre, estamos homenajeando a un estadounidense”.
Nelson Manrique, Historiador
“Machu Picchu es una de las siete maravillas del mundo, pero el tema de José María Arguedas tiene una connotación particular para los peruanos, porque se ha convertido en un arquetipo de lo que es encarar uno de los problemas fundamentales para constituirnos como nación. Para Alan García, la conmemoración de Arguedas no le rinde mayores réditos políticos; es protocolar que el presidente inaugure un acto de este tipo. Si te fijas en los blogs, hay una sensación muy grande de reivindicar el año del centenario del nacimiento de José María Arguedas. En Facebook también. Las redes permiten compartir y construir vínculos sociales. Desde ese punto de vista, creo que cada vez va a ir adquiriendo más y más protagonismo en la constitución de núcleos de opinión, corrientes de opinión que van a tener impacto político. Creo que esta iniciativa me parece fundamental, en términos de cómo generar un movimiento que reivindique a José María Arguedas”.
Eva
Escribe: darwin bedoya
No fue simple curiosidad lo de la manzana. Fue la venganza que me hizo buscar el bendito jardín. Estaba sola. Tú en tu mundo y yo en la nada. Te juro que al verlo delante de mí quedé presa de tanta belleza. Es verdad, hasta tuve que inventarme una serpiente, con tal de que nadie piense mal de mí. Hoy todavía conservo en un sabor de rojas manzanas perdiéndose en mis manos.
Comiendo las mismas manzanas, una tarde, tuve que aceptar que siempre sería un ave de paso. Un instante de compañía como nuestros hijos. Caín fue mi hijo predilecto, tú lo sabías. En cambio Abel toda su vida quiso ser como tú: justo, decoroso, tierno, dadivoso y toda una larga lista de aquellas cosas que las aprendió de ti. Ni siquiera se atrevía a robar un pequeño cordero. Pero ya ves, los justos, decorosos, tiernos y dadivosos no pueden vivir mucho tiempo. Esta tierra no está hecha para ellos. Es verdad. Mírame a mí por ejemplo, me quise esconder de todos, hasta de Dios. Y nada pude hacer. Las manzanas estaban todas peladas.
Ya no fecundare contigo la tierra. Ya no serás el padre de mis otros hijos. Ya no comerás manzanas conmigo. Lo harán mis hijos, los otros que jamás podrán decir tu nombre. Los que ni siquiera imaginarán que un día pudiste haberlos llamado Caín, Abel… Tampoco inventare serpientes. Ni saldré desnuda y huyendo de ningún paraíso. Jamás sabrás lo que pensó mi piel. No sabrás qué tipo de luz traspasó mi pecho bajo las nubes que se amontonaron sobre mi tienda. Nunca sabrás que tuve que llorar setenta años seguidos viendo caer las manzanas maduras en un jardín cultivado por mí misma. Allí me acabaré, día a día, viendo envejecer a otros caínes que siguen robando corderos a unos tontos abeles que ya no serán mis hijos, menos los tuyos.
Ahora, oscuros pájaros trazan tormentas en este cielo. Desnudo mi pecho. Serena la mirada y, mi olvido más tranquilo que nunca, arde y deja una alta humareda que seguramente llega hasta ti. Corazones mojados. Terrible la memoria de aquel pastor apaleado y muerto. Acabado y lanzado al estercolero como una manzana podrida. Era tan hermoso este jardín que ahora se borra, se deshace muy explícito en el centro de la borrasca y me da asco hablar de serpientes. Ahora mismo me arrancaré, de cuajo, todas tus costillas. Tal vez exista un dios en algún cielo. No quiero ni pensar en otro paraíso.
María Magdalena
Galilea era un pueblecito sosegado y casi enterrado en el olvido. Todas las mujeres vivíamos encerradas en nuestras casas. Éramos casi niñas, pero ya sabíamos distinguir a las gentes buenas de las malas. Por eso, el día que te vi junto a Pedro y Juan, supe de inmediato que algo pasaría entre nosotros. En tu forma de mirar pude notar que algo te interesaba de mí. Hasta llegué a imaginar unos sutiles guiños de tus ojos caramelo. Señor, no me he olvidado aún: nuestra historia empezó la noche que te cobijé en mi casa. Aquella tarde, casi al caer la noche, llegaste con tus discípulos. Estabas hambriento y sediento. Buscaste en mi pozo el agua fresca y cristalina que no pudiste encontrar en los desiertos. Aquella noche te esperé impaciente en mi alcoba. Supuse que vendrías. Y viniste. Como un loco de atar me arrancaste los vestidos. Luego dejaste caer tu empolvada túnica y, poniendo tus suaves manos sobre mis labios, dijiste que el cielo era nuestro. Dijiste mi nombre, lenta y suavemente. Yo, un poco ruborizada y ardiente también, siguiendo tu encanto, apagué las luces de los candiles. Sentí tus barbas raspando mis endurecidos y pequeños pezones. Y también dije tu nombre, despacio, muy despacio…
Antes del amanecer, agotado y silencioso, te levantaste de la cama. Arreglaste tu larga cabellera. Me diste un beso húmedo. Arreglaste tu barba. Te marchaste con una túnica opaca y sin decir adiós. Once de tus apóstoles te esperaban impacientes. Yo me quedé pensativa y con la emoción hasta los topes, temblando. Qué más podía ser: toda la noche viajamos sobre alas blancas y llegamos a un paraíso azul. Llegamos al mismísimo cielo más de cuatro veces.
Señor, esta muchacha te estaba aguardando, ella era para ti, mucho antes de venir a este mundo, ella era tuya. Señor, esta criatura era sólo una niña que sabía poco o casi nada de tus extraños rituales. Pero aunque esa noche casi fuiste mi dios, tengo bien aprendido que me concediste la dicha de amar como pocos mortales podrían hacerlo. Me hiciste la mujer que ahora soy.
Señor, han pasado los días, los meses, y hoy, viéndote desde aquí, siento que te amo igual. Tal vez por eso, cuando me contaron que ayer te vieron llevando, a toda prisa, clavos y un madero hacia algún lugar imaginé un montón de cosas.
Ahora estoy aquí, en el Gólgota, viéndote disipado, crucificado. Tú en tu cruz y nosotros en este suelo terrenal, aquí donde tus pies, al tercer día, podrán caminar otra vez sobre los pastos rojos y las piedras del camino. Pero escúchame un momento, Señor, mira este vientre abultado que todavía llevo conmigo. Contempla los pechos hinchados y húmedos que tengo. Mira cómo me saltan lágrimas por ti, Señor, mírame y dime lo mismo que aquella noche en esa alcoba, dime que nunca más podremos dejarnos. Porque he empezado a contar cada uno de los viajes que no hicimos. He empezado a contar tus besos en mi espalda. He empezado a despertar con los ojos anchurosos de tanto soñar contigo, con el cansancio de verte llegar sediento y cubierto de polvo. He soñado tanto con el cansancio de currar tus manos ahuecadas, tus pies ahuecados. Tu cabeza espinada. Quiero limpiar tu sangre seca. Quiero verte a solas otra vez. Sé que ya no tendré que apretar esta panza abultada para que nadie vea cómo crece un poco de ti en mi vientre. Sé también que tendremos otras noches interminables. Por eso, antes de que empieces ese viaje que ya llevas retrasado, dime, Señor, ¿qué nombre le pondremos a este hijo que ya te empieza extrañar?
* “Eva” y “María Magdalena”, pertenecen a la sección “Bíblicas”. Son microcuentos incluidos en el libro que el autor tiene en prensa: “Electra machina”
viernes, 7 de enero de 2011
A PROPÓSITO DE LA INFAMANTE “CARTA ABIERTA” DE TULIO MORA Y JORGE PIMENTEL
Al preparar el proyecto para la Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008, imaginamos que el trabajo resultante (que debe aparecer publicado a mediados del presente año) podría causar muchas reacciones y descontentos. Esto, en primer lugar, porque toda antología, excluyente y limitada por definición, despierta siempre suspicacias y rechazos, en especial si es sobre la producción contemporánea. En segunda instancia, por el método establecido para su elaboración: una consulta. Sabemos que se trata de una metodología problemática por muchas razones que abordaremos en el prólogo de la antología; pero desde un primer momento nos pareció que, si nuestro propósito era “evaluar la percepción de la institución literaria [sobre nuestra poesía reciente] en estos albores del siglo XXI” (blog Sol negro: “Resultados – Antología consultada de la poesía peruana 1968-2008”, entrada del 28 de noviembre y revista Quehacer 180, p. 126), esta modalidad era no solo apropiada sino necesaria.
Supusimos, como acabamos de decir, que el trabajo podría generar muchas reacciones críticas, incluso descalificaciones. Y pensamos también que podría abrir discusiones y polémicas de sumo interés. Todavía confiamos en esto último. Lo que nunca imaginamos fue que los primeros rechazos a nuestra propuesta pudieran ser el resultado de la falsedad y la difamación. Lamentablemente esto es lo que ha ocurrido con el texto colgado el 29 de diciembre por Tulio Mora en su facebook bajo el título de “Una encuesta cobarde”, y firmado por él y por Jorge Pimentel (http://www.facebook.com/home.php#!/note.php?note_id=165944376784018&id=1823857008). A partir de esta constatación, lo que sigue no pretende entablar una discusión con estos señores, puesto que no nos interesa participar en un diálogo que tenga como base la mentira. Lo que buscamos es que los lectores (los de esta nota y los de la antología cuando esta se publique) cuenten con los elementos necesarios para evaluar y juzgar si esta es una contribución a la revisión de nuestra poesía reciente y del campo literario en el que esta se produce y circula (en el que incluimos a algunos especialistas y poetas extranjeros a quienes también les solicitamos su opinión) o una “nueva desvergüenza literaria [que mantiene] en pie las peores taras del centralismo literario”, como ha afirmado la dupla Mora-Pimentel.
Para sostener dicha afirmación o la de que se trata de un “nuevo despropósito de la literatura canónica”, Mora y Pimentel aluden a la carta de invitación a participar que se les remitió. La carta decía textualmente lo siguiente (y podrían corroborarlo, de conservar o recordar el texto enviado hace más de año y medio, las más de 130 personas que la recibieron):
Antología consultada de la poesía peruana 1968 - 2008
Lima, mayo de 2009
Con el apoyo del Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima, tenemos el propósito de elaborar una antología consultada de la poesía peruana, dedicada a los autores aparecidos en el periodo 1968 – 2008.
En el proceso de nuestra poesía ya están consolidadas, en líneas generales, las voces y obras de los poetas peruanos anteriores; sin embargo, por su mayor cercanía y por el hecho de haber sido poco estudiada, la etapa que proponemos cubrir se presta a múltiples opiniones divergentes y discusiones. Para mostrar esa pluralidad en la mirada y valoración de un grupo de personas conocedoras del proceso poético contemporáneo, estamos realizando una encuesta acerca de los poetas que empezaron a publicar el año de 1968 y nacidos entre 1940 y 1979.
Solicitamos a usted una lista de veinte poetas y, si le parece conveniente, puede añadir los títulos de los cinco libros que considere decisivos en la poesía peruana de este período. Con los resultados elaboraremos una antología de los cuarenta poetas más mencionados. En la publicación se consignará la lista de opinantes, sin detallar los autores considerados por cada uno de ellos. Con la finalidad de facilitar su decisión, estamos alcanzando una lista referencial de los poetas. Le rogamos enviar su lista a través de este medio electrónico antes del 30 de junio.
Agradeciendo su colaboración, reciba un abrazo.
Luis Fernando Chueca / José Güich Rodríguez / Carlos López Degregori /
Alejandro Susti Gonzales
Como se observa, se solicitó a cada opinante 20 nombres y se señaló que los 40 poetas más mencionados serían incluidos en la antología. Optamos por subir esta cantidad a 45 en vista del hecho de que ocho autores presentaban un número coincidente de menciones (15), sin los cuales la cantidad de poetas antologados bajaría de los 40 propuestos.
Veamos ahora las falsedades:
Para “demostrar” sus conclusiones de que en la propuesta hubo voluntad de autopromoción y de manipular los resultados, Mora y Pimentel parten de tres puntos fundamentales (numerales 1, 2 y 3): supuestamente los hechos que les permiten lanzar su falaz afirmación.
En el numeral 1 de su “demostración”, Mora y Pimentel aluden a la cantidad de poetas cuyo número exacto de menciones hemos hecho conocer (http://sol-negro.blogspot.com/2010/11/resultados-antologia-consultada-de-la.html), afirmando que ha habido un deshonesto cambio frente a lo ofrecido, puesto que se habló de 20 y luego solo se consignaron estos datos en 10 casos “(más uno sin numeración)”. Los resultados de la consulta fueron dados a conocer inicialmente el lunes 8 de noviembre, en la primera de las dos fechas con las que contamos en el Centro Cultural Peruano-Británico de Miraflores, fecha en la que además de explicar el proyecto y ofrecer los resultados, contamos con la participación de las poetas Carmen Ollé y Victoria Guerrero, que ofrecieron un recital. En la segunda fecha comentamos algunos de los puntos problemáticos de la metodología empleada, se respondieron algunas preguntas sobre lo que se podía observar a partir de los resultados y hubo un recital de los poetas Enrique Verástegui y Abelardo Sánchez León. Luego, como es conocido, los resultados se publicaron en el blog Sol negro de Paul Guillén y en el blog La torre de las paradojas de José Córdova (http://latorredelasparadojas.blogspot.com/2010/11/resultados-de-la-antologia-consultada.html), en la revista Caretas y en el número 180 la revista Quehacer. Efectivamente, en los tres casos (mesas de discusión, publicaciones virtual y publicación física) se señalaron los nombres de todos los autores seleccionados y se indicó la cantidad de menciones no en 10 casos “más uno sin numeración”, sino en 11, pues es obvio que los poetas Rosella Di Paolo y Domingo de Ramos, ambos con 56 menciones cada uno, comparten el mismo número 10. Estos fueron los 11 poetas con mayor número de menciones:
1. José Watanabe (101)
2. Enrique Verástegui (93)
3. Carmen Ollé (88)
4. Carlos López Degregori (83)
5. Mario Montalbetti (81)
6. Jorge Pimentel (67)
7. Roger Santiváñez (62)
8. Eduardo Chirinos (58)
9. José Carlos Yrigoyen (57)
10. Rosella Di Paolo (56)
Domingo De Ramos (56)
Sin embargo, como se observa en la carta de invitación, en ninguna parte de esta se indica que se hará conocer el número de menciones obtenidas por los 20 con puntaje más alto. No hay, pues, tal disminución interesada e irrespetuosa de lo establecido. Por otro lado, consignamos con número solo las 10 primeras ubicaciones en la medida en que estas preferencias, creemos, pueden dar luces no sobre cuáles son los mejores poetas de las últimas décadas (que no es algo que pueda decretarse por consenso ni ser el resultado de una consulta; no es, en suma, lo que persigue este trabajo), sino sobre la manera como la comunidad literaria evalúa nuestra poesía contemporánea. A la vez, dejamos de consignar la cantidad de menciones en los siguientes casos puesto que pensamos, tal como lo dijimos en la presentación pública de los resultados, que así podría disminuirse cierto carácter de ránking que inevitablemente se puede asociar a una metodología como esta. Nos parece interesante mostrar la obra de aquellos que una indagación entre representantes de la comunidad literaria nacional y conocedores extranjeros de nuestra poesía consideran, hoy, importantes representantes de nuestra tradición poética. Como se ve, no hay ninguna artimaña escondida.
El numeral 2 de T. Mora y J. Pimentel se refieren a los libros decisivos cuya mención solicitamos a los opinantes. Para estos señores es en relación con esto que se “delata con harta visibilidad el objetivo que escondía la famosa ‘antología consultada’: promocionar a Carlos López Degregori, ya que, sorprendentemente, los cinco títulos terminan siendo siete con dos puestos más que incluyen empates, en uno de los cuales, el 6º lugar, aparece nada menos que el cabecilla de la Banda de los Cuatro”. Más allá del trabalenguas numérico provocado con evidente ánimo confusionista, lo que queda claro es que en ninguna parte de la carta se ofrece señalar los cinco libros más mencionados por los opinantes; se les pide a estos que señalen, si lo consideran conveniente, cinco libros. Esto por supuesto, lo saben bien Mora y Pimentel, pero prefieren falsear la información para darle contundencia a su ataque. Los libros que contaron con una mención por lo menos alcanzan cerca de 100 títulos y esos datos se consignarán en la publicación de la antología. En el caso de Quehacer y de Caretas no se entregan cifras al respecto y al blog de Paul Guillén se le envió los números que corresponden no a 5 ni a 7, sino a 12 libros, es decir todos aquellos que fueron mencionados por más de un 10 % de quienes quisieron responder a esta pregunta.
Si el numeral 2 ya pretendía confundir a los lectores con un juego de cifras, esto llega al delirio en el numeral 3, en el que además se insiste (falsamente como ya se vio) en el acomodo que significa incumplir lo supuestamente ofrecido sobre hacer conocer únicamente los 5 libros más mencionados. De paso, se ofende a todos los que respondieron la consulta y no mencionaron poemarios (70 opinantes en total), pues se señala que o no eran capaces de recordar un solo libro o no consideraban valioso ninguno, y a partir de ello se les califica de la siguiente manera: “¿Qué clase de críticos, profesores, poetas o mil oficios son estos que conocen nombres pero no libros? La clase de amigos que tiene la Banda de los Cuatro”. Es decir, según ellos, 70 de nuestros consultados no estaban calificados para responder. Por supuesto a Mora y Pimentel no se les ocurre como posibilidad que muchos de estos opinantes hayan preferido no responder esta pregunta opcional porque veían imposible señalar solo 5 y no 7, 10, 12 o 15 poemarios que pudieran considerar tan decisivos unos como otros; es decir, sin verse en la necesidad de establecer prioridades. Sobre estos 70 opinantes, hubiera sido más valiente que Mora y Pimentel dijeran de quiénes sospechan: ¿quiénes son, a su juicio, nuestros 70 descalificados amigos y en qué se basan para afirmarlo, más allá de la simple arbitrariedad? Y, de paso, que dijeran también quiénes creen que conforman la mayoría de “amigos personales” nuestros que fácilmente cayeron en el “viejo e infame pacto bajo la mesa, según el cual ‘tú votas por mí y yo voto por ti’”. “Mayoritariamente” quiere decir, en este caso, al menos 62 de los 123 opinantes. Si los señores Mora y Pimentel afirman ser tan valientes, tener tan clara esta jugada nuestra y acostumbran, como dicen, denunciar las injusticias, entonces ¿por qué no mencionaron esos nombres?
Los lectores (de este texto y de la antología cuando esta salga publicada) podrán, por supuesto, juzgar si hubo o no un intento de lograr una representación equitativa de diversos sectores de nuestra comunidad literaria y de algunos de los más destacados conocedores extranjeros de la poesía peruana. Aquí se ofrece la lista completa de los que respondieron:
Javier Ágreda / Gastón Agurto / Fernando Ampuero / César Ángeles L. / Joel Anicama / Ricardo Ayllón / Miguel Bances / Violeta Barrientos / Carlos Germán Belli / Mónica Bernabé (Argentina) / Andrea Cabel / Jesús Cabel / Miguel Cabrera / Martha Canfield (Uruguay – Italia) / Ernesto Carrión (Ecuador) / Luis Alberto Castillo / Antonio Cisneros / Alfonso Cisneros Cox / Rocío Cerón (México) / José Córdova / Roxana Crisólogo / Eduardo Chirinos / Paolo de Lima / Juan Carlos de la Fuente / Rosella Di Paolo / Mariela Dreyfus / Peter Elmore / Jorge Eslava / Gabriel Espinoza / Carlos Estela / Ana María Falconí / Gustavo Faverón / Carolina Fernández / Camilo Fernández Cozman / Rocío Ferreira / Javier Gálvez / Luis Eduardo García / Carlos García Miranda / Javier Garvich / Ana María Gazzolo / Ericka Ghersi / Willy Gómez / Odi Gonzales / Ricardo González Vigil / Gustavo Guerrero (Venezuela) / Victoria Guerrero / Paul Guillén / Lorenzo Helguero / Héctor Hernández Montecinos (Chile) / Miguel Ángel Huamán / Reinhard Huamán / Miguel Ildefonso / Ignacio Infantas / Alexis Iparraguirre / Reynaldo Jiménez / Úrsula León / Óscar Limache / Santiago López Maguiña / Ernesto Lumbreras (México) / Óscar Málaga / Miguel Ángel Malpartida / Marco Martos / Maurizio Medo / Víctor Manuel Mendiola (México) / Bruno Mendizábal / Raúl Mendizábal / Marcos Mondoñedo / José Morales Saravia / Mario Montalbetti / Jorge Nájar / Guillermo Niño de Guzmán / Carmen Ollé / Diego Otero, / Abelardo Oquendo / Julio Ortega / José Miguel Oviedo / José Ignacio Padilla / Hildebrando Pérez / Sandra Pinasco / Enrique Planas / Bruno Polack / Giovanna Pollarolo / Rubén Quiroz / Alonso Rabí / Susana Reisz / Edgardo Rivera Martínez / Martín Rodríguez-Gaona / Rodríguez Jaime Zavaleta / Fred Rohner / Patrick Rosas / Víctor Ruiz / Alonso Ruiz Rosas / Isabel Sabogal / Claudia Salazar / Ina Salazar / Enrique Sánchez Hernani / Abelardo Sánchez León / Renato Sandoval / Roger Santiváñez / Romy Sordómez / Juan José Soto / Carlos Sotomayor / Modesta Suárez (España) / Iván Thays / Carlos Torres Rotondo / Mito Tumi, / Jaime Urco / Helena Usandizaga (España) / Alberto Valdivia / Selenco Vega / Stanley Vega / Dennise Vega Farfán / Marcel Velásquez / Elio Vélez / Carlos Villacorta / Gabriela Wiener / Jorge Wiesse / Rodolfo Ybarra / José Carlos Yrigoyen / Carlos Yushimito / Miguel Ángel Zapata / Luis Zúñiga / Raúl Zurita (Chile).
También podrán juzgar los lectores si los resultados obtenidos a partir de las opiniones de los mencionados arriba, aunque evidentemente dejan fuera a varios poetas que a nuestro juicio deberían estar en la antología con tanto derecho como varios de los que aparecerán, y aunque reflejan también varias de las estructuras injustas y centralistas de nuestra sociedad y de nuestra ciudad letrada –y sobre esto, que comentamos de manera preliminar en las fechas del Peruano Británico, también nos detendremos ampliamente en el prólogo- reflejan o no “los cambios sustanciales que han reconfigurado el Perú” y si son o no representativos, en buena medida, de una “estética híbrida, de fusión (a la que, por cierto, dio inicio Hora Zero en los años 70) y [de] la producción de nuevas fuentes literarias ex-céntricas, periféricas, multiformes, archipiélagas, indiferentes del canonismo castrador y virreinal que berracamente aún cree que el Perú es Lima” (Mora y Pimentel). Los seleccionados fueron los siguientes (en orden alfabético):
Patricia Alba, Montserrat Alvárez, Elqui Burgos, María Emilia Cornejo, Roxana Crisólogo, Osvaldo Chanove, Guillermo Chirinos Cúneo, Eduardo Chirinos, Magdalena Chocano, Luis Fernando Chueca, Domingo de Ramos, Rosella Di Paolo, Mariela Dreyfus, Xavier Echarri, Jorge Eslava, Rafael Espinosa, Jorge Frisancho, Ana María Gazzolo, Victoria Guerrero, Paul Guillén, Lorenzo Helguero, Vladimir Herrera, Miguel Ildefonso, Luis La Hoz, Carlos López Degregori, Cesáreo Martínez, José Antonio Mazzotti, Mario Montalbetti, Tulio Mora, Manuel Morales, José Morales Saravia, Doris Moromisato, Carmen Ollé, Jorge Pimentel, Giovanna Pollarolo, Rodrigo Quijano, Ramírez Ruiz, Martín Rodríguez-Gaona, Armando Rojas, Abelardo Sánchez León, Roger Santiváñez, Rocío Silva Santisteban, Enrique Verástegui, José Watanabe y José Carlos Yrigoyen.
Obviamente, estos poetas representan líneas diversas de nuestra poesía, algunas más cercanas a la efervescencia urbana, otras más cercanas a la exploración de los lenguajes, pero que en conjunto son, en buena medida, una muestra cabal de la riqueza de la poesía peruana en los últimos cuarenta años. Los firmantes del infundio titulado “Una encuesta cobarde” se limitan a decir, sin mencionar nombres, otra vez, que “suman decenas” “los poetas de absoluta falta de calidad y hasta de continuidad” que aparecen indebidamente (quizá se refieran, a la vez, a varios de los que, según también afirmaban, aceptaron el pacto del “tú votas por mí y yo voto por ti”). Estamos seguros de que los lectores de su tan reproducida carta abierta les hubieran agradecido que dijeran “valientemente”, como acostumbran, quiénes son estos al menos 20 poetas, porque eso quiere decir “decenas”, en plural, ¿no?
Y, en relación con el fragmento de Mora y Pimentel citado más arriba (y sin desconocer la fundamental contribución de Hora Zero, a inicios de los 70 -gracias al planteamiento del poema integral propuesto por Juan Ramírez Ruiz-, al desarrollo de una línea dentro del registro conversacional que acercó la poesía a las calles y permitió la consolidación de la presencia de personajes populares en nuestra tradición-, ¿no es un exceso de soberbia y un exabrupto falsificador decir que Hora Zero dio inicio a la estética híbrida, de fusión? ¿Y -para no salir del terreno de la poesía, que de eso estamos hablando acá- qué fue de Arguedas?, ¿y Churata?, ¿y Peralta?, ¿y Oquendo de Amat? ¿Y Efraín Miranda? ¿Y Ayala y Aramayo, a los que mencionaban líneas antes en su carta abierta? ¿Y Leoncio Bueno? ¿Y Juan Ojeda? ¿Y Luis Hernández? ¿Y tantos más? El exabrupto los pinta de cuerpo entero…
Como dijimos al inicio de este texto, no nos interesa debatir con los firmantes de la publicitada carta abierta, puesto que consideramos que si lo que se busca es argumentar sobre la base de falsedades es una pérdida de tiempo todo intercambio. Tulio Mora y Jorge Pimentel, en su texto pretenden colocarnos, sobre la base de las mentiras y tergiversaciones ya explicadas, en un espacio tramposo y canónico de estirpe rivagüeriana, colocándose ellos como los defensores y principales promotores de la multiculturalidad en la poesía peruana. Disimulan detrás de esa mentira la principal razón de su autoexclusión de nuestra consulta, según nos lo hicieron saber en sus respuestas a nuestra carta de invitación y según lo declaró Mora en una discusión en el facebook de Hora Zero en abril del año pasado: “nos hemos autoexcluido de […] participar en cinco o seis antologías […], la más reciente una que está preparando Carlos López Degregori y Luis Fernando Chueca, entre otros críticos. Una suerte de ‘antología opinada’, pues han hecho encuestas a 100 críticos y escritores, también periodistas, para elaborar un muestrario de la poesía peruana post Cisneros. Bueno, yo me negué porque Degregori y Chueca ya han adelantado opinión sobre HZ en un ensayo de poesía urbana de los 70 […] y sé bien por dónde irán sus conclusiones. Pero además porque no me siento representado en ese sistema literario” (fragmento de Tulio Mora en una discusión airada con Carlos García Miranda, en el FB de Hora Zero, sobre la crítica literaria peruana en la que participó, también, Santiago López Maguiña Entrada del viernes 9 de abril. Aunque esta entrada ha sido eliminada, conservamos una copia impresa de ese intercambio). Al margen de señalar que José Güich también es autor de ese texto y que no se trataba de un ensayo sobre la poesía urbana del 70 sino de la introducción al libro En la comarca oscura. Lima en la poesía peruana 1950-2000 (libro que incluye estudios sobre la poesía de Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Pablo Guevara, Luis Hernández, Marco Martos, Antonio Cisneros, Jorge Pimentel, Abelardo Sánchez León, Carmen Ollé, Roger Santiváñez , Domingo de Ramos, Montserrat Álvarez, Martín Rodríguez-Gaona y Miguel Ildefonso), vale bien señalar qué asumía Mora como “adelantar opinión” y motivaba, por ello, su principal rechazo a participar en nuestra antología consultada. Los fragmentos dedicados a HZ esa introducción, que buscaba enmarcar la obra de los poetas estudiados en el mapa de la poesía vinculada con la representación en Lima, dicen lo siguiente:
[…] existen en los sesenta otras construcciones que, compartiendo características, dibujan la ciudad más bien desde el registro de la vida barrial y apelando al habla de la calle. Quien destaca en esta perspectiva, tanto por la calidad de su poesía, como por su carácter de iniciador, es Luis Hernández, cuyo “Ezra Pound: cenizas y cilicio” en su libro Las constelaciones (1965) resulta siempre referencia obligatoria […] Más adelante, poetas como Manuel Morales (Poemas de entrecasa, 1969) y los llamados “del 70”, llevarán la exploración de las calles hasta límites de detalle inusitados. El líder y fundador de Hora Zero, Jorge Pimentel, junto con Juan Ramírez Ruiz remarcaron en los manifiestos inaugurales del movimiento –y desde la perspectiva de una poesía que cumpliera un papel fundamental dentro de la transformación de la sociedad- la importancia de una poesía viva, en la que estuviera presente “todo lo que late y se agita” o “una poesía que está metida dentro, caminando por las calles, indagando viendo y viviendo los problemas comunes”. Otro de los poetas fundamentales de Hora Zero, Enrique Verástegui, entregó en su primer libro la visión de una ciudad enferma que, valiéndose del aprendizaje de los poetas beatniks, marcó también la perspectiva de Lima de la poesía de esos años. […] (p. 20-21)
[…] Un interés adicional de este primer libro de Martos consiste en haber reabierto el tópico de la perspectiva migrante en el desarrollo de nuestra poesía. Es cierto que las menciones de este tema pueden remontarse hasta Vallejo o incluso antes. Pero solo a partir de los 60 (y más claramente, por supuesto, los 70, en que coinciden con una nueva oleada migratoria y con el discurso populista la primera fase del gobierno militar), gozarán de una presencia constante, que hará que esta veta se constituya en una imprescindible a la hora de mencionar la relación de los poetas con la urbe. Esto se vincula, por cierto, con el origen biográfico de los poetas; pero también con las posibilidades de una poética más abierta a este tipo de abordajes. En los años setenta serán muchos los poetas –buena parte de ellos de origen provinciano- que dediquen poemas a la relación de sorpresa, admiración, desencanto y agobio frente a la ciudad que recién descubren o que habitan. Entre ellos Jorge Nájar, José Cerna o Tulio Mora. En esta línea de preocupación, aunque desde una perspectiva diferente, puede ubicarse la poesía de Cesáreo Martínez […] (p. 22)
[…] En este desarrollo, la poesía sobre Lima, especialmente la de los setenta –visiblemente menos preocupada, además, por el cuidado formal de los poemas- elaboró retratos de calles, bares, barrios, plazas, parques, cines y otros lugares públicos; así como de personajes de clase media deprimida, sujetos populares, habitantes marginales de la noche, migrantes por supuesto, y una gran cantidad de individuos construidos en clave autobiográfica. […] (p. 23)
[…] En lo que se refiere a la representación de la ciudad, algunos de los poetas de los ochenta, como Róger Santiváñez (integrante de la segunda etapa de Hora Zero y fundador de La Sagrada Familia) y Domingo de Ramos, ambos de origen provinciano, desarrollaron radicales inflexiones en el discurso al uso, marcado sobre todo por la lección de Hora Zero en los setenta), a partir de la radicalización del lenguaje por la vía de la exploración de la violencia, la marginalidad, la crisis y el universo lumpen de la urbe. […] (p. 23)
[…] Con relación a la ciudad, en los noventa lo que más se puede reconocer es una revisión de las propuestas de Hora Zero, sobre todo, y de Kloaka, en menor medida. (En la comarca oscura…; p. 24)
Como se desprende de una lectura atenta de lo citado, no existe en absoluto ánimo descalificador, todo lo contrario; aunque tampoco, por supuesto, se afirman despropósitos como que Hora Zero dio inicio a la poesía híbrida en nuestro país. Otros acercamientos de miembros de nuestro equipo a la poética o a los poetas de Hora Zero pueden verse en este mismo libro, en el capítulo “Jorge Pimentel: la ciudad de los relámpagos inacabables” (pp. 119-131) de Carlos López Degregori, en el ensayo “Antes del fin. Un acercamiento a la poesía peruana 1975-1994” del mismo autor en la revista Humanitas (dic., 1994; pp 15-51) y en “Alcances y límites del proyecto vanguardista de Hora Zero” de Luis F. Chueca en la revista Intermezzo tropical 5 (julio 2006, pp. 29-45).
Seguramente luego de la publicación del presente texto y cuando aparezca la antología, las descalificaciones y las mentiras sobre nosotros y nuestro proyecto continuarán, pero creemos que lo explicado aquí nos exime de seguir comentando infundios como estos. Consideramos que con este texto queda cerrado, por nuestra parte, este lamentable episodio en que, además de las calumnias expuestas, no han faltado insultos anónimos que solo contribuyen a enturbiar las posibilidades de una discusión seria y enriquecedora. Confiamos en que se pueda realizar un intercambio provechoso, sobre todos los puntos que se consideren necesarios y sobre el desarrollo completo de nuestros propósitos, metodologías e interpretaciones de los resultados que presentemos en el prólogo de nuestra antología.
Lima, 4 de enero de 2011
Luis Fernando Chueca / José Güich Rodríguez / Carlos López Degregori / Alejandro Susti Gonzales
(Susti y sus amigos responden a las graves objeciones de Mora y Pimentel.)
UNA ENCUESTA COBARDE
GRAVES PROBLEMAS EN ENCUESTA POÉTICA
Más allá de epítetos innecesarios, replico acá un texto donde, con argumentos, se demuestra las graves falencias de una encuesta poética realizada por los estudiosos López Degregori, Güich, Susti y Chueca, para la Universidad de Lima, nada menos. Los resultados de esta peculiar indagación fueron seguidos y difundidos ampliamente en Sol Negro y pueden verlos.
Considero necesario y útil seguir revisando y discutiendo este asunto tan delicado, que compromete los fundamentos de aquella encuesta y la manera en que se pretendería manipular un canon poético en el Perú hoy.
UNA ENCUESTA COBARDE
Nada más cobarde que trasladar una responsabilidad a terceros para obtener resultados convenidos. Este sería en esencia el mensaje que nos deja una denominada “antología consultada” sobre la poesía peruana entre 1968 y 2008, realizada por la ahora conocida Banda de los Cuatro: Carlos López Degregori, Luis Fernando Chueca, Víctor Güich y Alejandro Susti, miembros de un pomposo Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima y que ha arrojado resultados previsiblemente anticientíficos e interesados. Para ello, por supuesto, han recurrido al marketing con el propósito de difundirlo en los medios anunciándonos que los 45 poetas más mencionados serán incluidos en una antología que aparecerá en 2011.
Para contextualizar brevemente este nuevo despropósito de la literatura canónica, añadiremos que la banda en cuestión envió desde mayo de 2010 cartas a 137 personas, entre auténticos (y supuestos) estudiosos, poetas, profesores, recencionistas en los medios, la mayoría de ellos, naturalmente, amigos personales de los antologadores. En la carta solicitaban que el invitado eligiese 20 nombres que juzgaran imprescindibles en la poesía de los últimos 40 años y si fuera el caso que resaltasen los cinco títulos más memorables de ese mismo periodo.
Debemos agregar que entre los invitados nos encontrábamos los firmantes de esta carta, negándonos a responder la invitación por las inconsistencias y premeditaciones de su propuesta, así como por los antecedentes de los antologadores, dos de ellos autores de un ensayo manifiestamente adverso a HZ. Y cada quien por su lado advirtió a López Degregori que se cuidara de incluirnos en la futura antología, aun cuando fuéramos mencionados en la desacreditada encuesta, a riesgo de ser denunciado judicialmente.
Pues bien, ya tenemos los resultados a partir de los cuales vamos a demostrar, puntualmente, que la premeditación, la desesperación de venderse, bajo el principio del viejo e infame pacto bajo la mesa, según el cual “tú votas por mí y yo voto por ti”, no es un prejuicio nuestro, sino la confirmación de una de las peores tradiciones de la poesía canónica peruana.
1) El Instituto de Investigación Científica tiene que explicar por qué los convenidos antologadores no cumplen con los requisitos propuestos en la carta de invitación, uno de los cuales era dar a conocer los 20 nombres más mencionados, de los que solo son publicados 10 (más uno sin numeración). La explicación confusa (o sea nada científica) es que la reducción está relacionada con el número de menciones, insinuando que sería poco elegante incluir a los restantes (nueve) por las pocas menciones que recibieron. ¿Qué clase de estadística es esta? Es como si Apoyo o Datum, a proposito de la actual campaña electoral, escondieran la votación de algunos candidatos porque alcanzan discretos porcentajes.
2) El otro requisito, mencionar los cinco libros “decisios”, delata con harta visibilidad el objetivo que escondía la famosa “antología consultada”: promocionar a Carlos López Degregori, ya que, sorprendentemente, los cinco títulos terminan siendo siete, con dos puestos más que incluyen empates, en uno de los cuales, el 6º lugar, aparece nada menos que el cabecilla de la Banda de los Cuatro. Peor aún: con inexplicable excusa la banda se permite ocultar otros títulos que obtuvieron alguna votación argumentando que se trata de “una gran dispersión”.
3) ¿Qué clase de rigor científico puede explicar el hecho de que los nombres más votados (el querido José Watanabe obtiene, por ejemplo, 101 votos) alcancen cifras ridículas y abismalmente dispares cuando se les solicita a los encuestados citar los títulos de sus libros más memorables? Para seguir con el mismo Watanabe, que encabeza la lista de los más votados, solo alcanza 17 votos por “El huso de la palabra” (13.82% del total) y 10 por “Cosas del cuerpo” (8.13%), mientras que “En los extramuros del mundo”, de Enrique Verástegui, el más votado en este rubro, obtiene apenas 23 votos (18.69%). Por cierto, el porcentaje del sexto autor de un título mencionado, Carlos López Degregori, que no debería estar incluido según sus propias reglas (el requisito era que fueran solo cinco títulos, recordemos), y que empata con tres poetas más con 7 votos (los tres son de HZ), alcanza 5.10%.
Por supuesto, los porcentajes variarían si nos sujetáramos a la advertencia de los antologadores de que se trata de una votación en un universo de solo 53 consultados. Pero ¿no es desastrosamente revelador que más de la mitad (56.92%) no haya querido opinar al respecto? Esto supone que no estaban muy convencidos de la calidad de las obras o simplemente no las recordaban, vale decir, que la mayoría no relaciona autores con obra. ¿Qué clase de críticos, profesores, poetas o mil oficios son estos que conocen nombres pero no libros? La clase de amigos que tiene la Banda de los Cuatro. Y entonces la consulta descubre toda su fragilidad e incapacidad disfrazada de “investigación científica”.
4) Es lamentable que esta nueva desvergüenza literaria mantenga en pie las peores taras del centralismo literario. Los autores se enconden en una improbada explicación de que seleccionaron una lista de cerca de “cuatrocientos nombres que se situaran en el marco cronológico de nuestra consulta”, pero resulta que los consultados, también previsiblemente, votaron por los poetas más mencionados en los medios, es decir por los que nacieron o han producido su obra en Lima. Este gesto pinta de cuerpo entero el criterio canónico recurrentemente discriminador desde Riva Agüero hasta la última antología de José Miguel Oviedo (España, 2009) y reafirma que quienes controlan el poder cultural en el Perú siguen siendo los herederos de los letratenientes que fundaron la tradición poética escrita en nuestro país, como sostenía Martin Lienhard. Nombres tan valiosos como José Luis Ayala, Omar Aramayo, Baltazar Azpur (poeta apurimeño quechuaescribiente ya fallecido, y como él tampoco están presentes autores en esa lengua), Samuel Cardich, Marcial Molina, Ricardo Oré, Jorge Nájar, Angel Garrido, Bernardo Alvarez, pero limeñas y limeños como Rosina Valcárcel, Enriqueta Belevan, Dalmacia-Ruiz Rosas, José Rosas Ribeyro, Enrique Sánchez Hernani y Jerónimo Pimentel son puestos al margen cediendo puesto, con grosera patería, a poetas de absoluta falta de calidad y hasta de continuidad (suman decenas).
5) Tampoco parece riguroso, sino una tumultuosa subjetividad, el hecho de que los consultados fueran elegidos a conveniencia de la Banda de los Cuatro. Es curioso que, por ejemplo, ni Rodolfo Hinostroza ni Enrique Verástegui, solo por citar dos casos, aparezcan entre los invitados y sí narradores o investigadores de otras materias académicas, como ocurre con un estudioso de música criolla de la universidad Católica. Es cuando la suspicacia toma la solidez de un hipopótamo: los que enviaron cartas de invitación para la consulta sabían que, por cortesía, inevitablemente aparecerian en la encuesta. Más aún: toda la banda se cuidó de seleccionar a una gran mayoria de personas de su entorno para lograr los resultados que esperaban.
6) En la medida que esta es una carta abierta firmada por dos escritores de HZ que rechazaron participar de una farsa que refleja una falta de compromiso académico, poético y ético, amparándose en la cobarde coartada del tumulto para no decir nada, volvemos a recordarle al cabecilla de la Banda de los Cuatro, Carlos López Degregori, que se inhiba de incluir nuestros nombres en la antología que pretende publicar. Porque seguimos sosteniendo que no es representativa de la poesía peruana de los últimos 40 años y no refleja los cambios sustanciales que han reconfigurado el Perú, como la concreción de su reconocimento en la multiculturalidad -soldando así, poco a poco, los trágicos desgarramientos del pasado y que culminarán cuando haya equidad y justicia-, la exigencia de los olvidados a ser legitimados a traves de una estética híbrida, de fusión (a la que, por cierto, dio inicio Hora Zero en los años 70) y la producción de nuevas fuentes literarias ex-céntricas, periféricas, multiformes, archipiélagas, indiferentes del canonismo castrador y virreinal que berracamente aún cree que el Perú es Lima.
Lima, 29 de diciembre de 2010
Tulio Mora, Jorge Pimentel
domingo, 2 de enero de 2011
“Vargas Llosa me dijo que le había bajado los pantalones”
Efraín Kristal es un peruano radicado en Estados Unidos a raíz de una tragedia familiar. A los doce años partió de Lima con toda la familia. El plan era acompañar a su madre que iba a seguir una maestría en psicología; luego debían retornar al Perú. Pero a los meses de instalarse en el país del norte, su padre murió fulminado por un infarto, y seis años después, un cáncer se llevó a su madre. El viaje sin retorno no cortó el cordón umbilical con el Perú. Los libros de literatura peruana traídos de Lima afirmaron su vocación y le ayudaron a redescubrir el país natal. Hizo estudios de literatura comparada en Berkeley, filosofía en Francia y un doctorado en Stanford. En 1998 publicó en inglés Tentación de la palabra, un libro que da las claves sobre el proceso creativo de las novelas de Mario Vargas Llosa. “Quise saber cómo un hombre de carne y hueso escribe esas obras”, dice el actual director del Departamento de Literatura Comparada de la Universidad de California.
Por Juan Carlos Soto LA REPUBLICA
¿Entiendo que para descubrir cómo Vargas Llosa escribe sus ficciones, además de leer sus novelas, también leyó a sus autores favoritos?
–Jorge Luis Borges sostenía que uno tiene derecho a apropiarse de lo que esté al alcance de su sensibilidad. Vargas Llosa, Carlos Fuentes, García Márquez, Donoso, etc. comenzaron a escribir historias con modelos concebidos, que ellos transformaron y enriquecieron. Los Buddenbrook, de Thomas Mann, es una novela que inspira a Cien años de soledad. La genealogía de los Buendía resulta similar a la familia de los Buddenbrook. No es una coincidencia, Gabo trabajó con el modelo de Mann.
–¿Entonces los escritores del boom no son originales?
–Ni Shakespeare es auténtico en ese sentido. La ciudad y Los perros se construye con la idea del colegio como microcosmos de la sociedad peruana, planteada en Los ríos profundos de José María Arguedas y antes en Paco Yunque (César Vallejo). En base a su experiencia personal en el Leoncio Prado, Vargas Llosa toma el modelo, pero le añade otra dimensión; la técnica de William Faulkner. El escritor norteamericano en Luz de agosto y favorito de MVLl plantea esquemas temporales muy precisos y bellos. Primero narra los últimos dos meses de la vida de un personaje, Joe Christmas, a partir de un asesinato que cometió. Luego su permanencia en Jefferson, Mississippi, y finalmente el pasado de tres personajes. En La ciudad y los perros tienes la muerte del esclavo en los últimos meses del Leoncio Prado, luego los años de la colegiatura de todos los muchachos y la vida de tres personajes: el Jaguar, Alberto y el Boa. Faulkner crea a Joe Christmas un modelo para el Jaguar, un niño inocente convertido en criminal por las circunstancias de su vida.
–¿La obra maestra de Vargas Llosa es Conversación en La Catedral?
–Su gran tema en la primera década de novelista es la corrupción. También está en Los jefes, La casa verde y La ciudad y los perros. En esas obras nos demuestra cómo la corrupción afecta a una comunidad y pudre al individuo. Y una sociedad tan corrupta como la peruana no cambiará sin reformas radicales.
–¿La técnica de Conversación… tiene algún referente?
–En ¡Absalón, Absalón! de Faulkner dos muchachos de ideas contrapuestas tienen una conversación larga sobre cómo y por qué se arruina el sur de Estados Unidos. Conversación en La Catedral es un diálogo de 4 horas entre Ambrosio y Santiago Zavala. El primero, ex chofer del padre de Santiago, no entiende cómo este joven odia a su padre Fermín Zavala (todopoderoso de la recreada dictadura de Odría). Zavalita tampoco comprende cómo Ambrosio admira tanto a su padre y por qué tuvo una relación homosexual con él. Surgen otros diálogos, el argumento resulta muy convincente. Por otro lado, Anselmo de La casa verde resulta la reencarnación de El hombre que ríe de Víctor Hugo. El horror físico del personaje del francés MVLl lo transforma en horror moral.
–Luego parece haber un proceso de transición, deja de lado el tema de corrupción...
–Añadiría humor e ironía en Pantaleón y las visitadoras. Luego experimentaría algo distinto inspirado en La Tentación de San Antonio, novela de Gustave Flaubert. La historia alterna entre la vida aislada y austera de un ermitaño que vive en un desierto, pero con sus fantasías. La tía Julia y el escribidor es la ilusión del realismo y una autobiografía de Varguitas, alternada con lo fantasioso; las radionovelas de Pedro Camacho. También trabaja con el concepto del fanático en obras de corte histórico y político como La guerra del fin del mundo, donde combina el fanatismo militar y religioso como detonadores de un cataclismo.
–Cambia la tesis del novelista: “el culpable del fracaso del individuo no es la sociedad corrupta, sino el individuo mismo”.
–En sus primeras novelas había optimismo sobre las soluciones a los problemas de América Latina. A partir de Lituma en los Andes aparece una actitud pesimista. Paradójicamente, MVLl se reconcilia con sus personajes fanáticos a los que criticó o de los que se burló anteriormente. No le interesa las consecuencias que provoca un fanático, sino los traumas que llevaron a tal condición.
–El gran demonio literario fue su padre. En varias de sus novelas la relación padre e hijo resulta conflictiva.
–Posiblemente. Sospecho que es una máscara de otro tipo de trauma del que él no hablará nunca. Santiago Zavala rechaza al padre, pero cuando se entera de la vida sórdida y homosexual de este se reconcilia con la memoria de él. La reconciliación se convertiría en el tema central de su novelística. En La Fiesta del Chivo, Urania regresa a Santo Domingo no para reconciliarse con el padre, sino con el entorno cercano.
–¿MVLl es muy autobiográfico?
–Proyecta la idea, pero si lo miramos con lupa, no. La tía Julia… es la novela más autobiográfica. Empero, los diálogos entre la tía y el sobrino enamorado resultan transcripciones modernizadas de conversaciones de novelas de caballería. En el Tirant le Blanc hay una relación de una viuda mayor con un adolescente.
–¿La gran novela de Vargas Llosa?
–Conversación en La Catedral por la técnica y cantidad de personajes, La guerra del fin del mundo es equivalente para América Latina de Guerra y Paz de Tolstói. La Fiesta del Chivo es el regreso a la corrupción, pero intenta explicar cómo se corrompe el entorno de un dictador. Eso no se trabajó antes.
–¿Y la más floja?
–¿Quién mató a Palomino Molero? Requería más trabajo. Lo veo como un desahogo de la comisión que investigó la matanza de Uchuraccay.
–¿Y la última novela, El sueño del celta?
–El Robert Casement de la ficción no es el histórico, que murió como un patriota. Hay una relación bella entre Travesuras de la niña mala y El sueño del celta. Ricardo (de Travesuras...) es un tipo golpeado por muchos traumas y que comienza a enfrentarlos gracias al amor. En El sueño..., en Casement hay una búsqueda constante: de defensor de los derechos humanos pasa a activista de la liberación de Irlanda, luego se decepciona de los nacionalistas, quiere reconciliarse con la religión y tampoco puede. Al final solo tiene ganas de morir. Las dos páginas dedicadas al chicote son de antología.
–¿Qué le dijo Vargas Llosa de sus hallazgos?
–Que le había bajado los pantalones (risas).
La homosexualidad como transgresión
–¿Cuál es el gran personaje de Vargas Llosa?
–Santiago Zavala representa las aspiraciones de una generación. Lituma intenta comprender un mundo distinto. La Flora Tristán de Vargas Llosa no es la misma que se conoce en los libros. Más bien se parece a MVLl cuando estaba en campaña política. La original tenía una visión religiosa y algo racista, rasgos que MVLl elimina de la novela (El Paraíso en la otra esquina). Le añade y le quita cosas pensando en su interés.
–Él introduce mucho el tema de la homosexualidad abordada en varias de sus novelas.
–Coincide con la tesis de George Bataille: el erotismo no es verdadero si no hay una transgresión. En la última época hay una suerte de conmiseración por el placer homosexual. La reconciliación de Santiago con su padre homosexual de alguna manera es la semilla. De igual forma, con Paul Gauguin, Robert Casement, etc.
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