miércoles, 1 de diciembre de 2010
Hernán Cornejo polemiza con José Luis Ayala
La inalcanzable inmortalidad
Escribe: Jaime Hernán Cornejo-Roselló Dianderas
José Luis Ayala Olazával es un escritor incoercible, publica y publica sin control ni detenimiento. Esta vez lo hizo en el diario Los Andes bajo el título de “La insoportable falsa conciencia histórica” acomodando su melódica inspiración al título de la novela la “Insoportable levedad del ser” de Milán Kundera, donde nos dice, como un Cristóbal Colon viajante y geógrafo que se tropieza y sin querer descubre una veta minera, que los puneños andamos equivocados y que somos esclavos de la inoperancia histórica porque no rectificamos lo rectificable y seguimos siendo colonialistas y filo hispanos al festejar el 4 de noviembre y canalizar ese día como fasto ciudadano. Nos culpa a los puneños de no sentir el anti hispanismo que él siente sin percibir que a los puneños de hoy, España y sus mamotretos nos interesan un ardite, dado que el 4 de noviembre ha devenido en el “Día de Puno” donde la fundación hispana es un trasto viejo que nadie recuerda. Olvida que el 3 de noviembre hay un puneñísimo concurso de Estudiantinas, que el 5 salen acompañando a Manko, Sikuris andinos y danzarines autóctonos que el pueblo festeja y que de algún menjunje hispánico nadie se acuerde así el festejante haya conducido sus entendederas hasta la remaceta.
Él quiere que deliberadamente las autoridades y la población abominen del 4 de noviembre y no lo llamen “Día Cívico”, menos “Día Histórico de Puno” y nada por el estilo que eso es una eufemística manera de tratar la historia y que sería interesante, sugiere, que se edifique un monumento al asesinado José Salcedo y a la bella Malika.
En su artículo de marras alude a teorías de dominación y alienación sosteniendo que los puneños de hoy no padecen rubor ni tienen una pizca de vergüenza por el neocolonialismo que lucen al festejar la fundación de la ciudad de Puno el día 4 de noviembre de 1668, realizada, según historiadores de nuevo cuño, el 9 de septiembre de ese año por el virrey Pedro Fernández, Décimo Conde de Lemos, pero más que eso —que ha devenido en emoliente cultural de temporada y preocupación periódica de figuretismo que solo aflora con argumentos ultra conocidos días antes de noviembre de cada año— el artículo evidencia un morbo destructivo que no educa ni instruye con argumentos, sino que adjetiva y asusta a punta de epítetos dirigidos a quienes como autoridades y como pueblo festejan ese día y lo hacen con cierta formalidad sobre la supuesta Fundación Española de la ciudad de Puno, hecho histórico que a la sazón no le interesa ahora ni siquiera a los dispersos descendientes del Conde de Lemos y de su consorte y agresiva religiosa sin hábitos que fue la señora Borja.
El poeta desalienador sostiene que los puneños se han coludido desde el poder para defender economías de opresión y políticas de abuso y exclusión alimentando tendencias culturales que construyen falsas conciencias históricas que destruyen la identidad de un pueblo cuya “historia total” (¿?) aún está por escribirse. Ese errático argumento no se concilia con la realidad actual donde en Puno no hay cabeza visible coludida con algún poder neocolonial ni menos definida como continuadora de un colonialismo mental. ¿Ayala y sus claroscuros otoñales? El escritor ha leído diversos textos sobre dominación y alienación y monda y lirondamente los traslada al escenario de Puno donde esas teorizaciones no tienen nada que ver con nuestra realidad. Actúa como Procusto que acomodaba su camastro al tamaño del circunstante de ocasión y si su lecho era grande para el chico o chico para el grande, procedía a liquidarlo y, en este caso, Ayala acomoda su obsesión para endosarle el calificativo fulminante de pro hispanos a quienes no lo son y lo hace porque su estilo es aplicar teorizaciones donde ya existen costumbres arraigadas y mimesis cultural con nuevos formatos.
Afirma suelto, sueltísimo de huesos al referirse al 4 de noviembre que: “No se trata de un mito, sino de la construcción de una falsa conciencia colectiva desde el eje del poder, la economía, la política y la cultura, desde una errada forma de pensar para destruir la identidad histórica de un pueblo, cuya historia total está aún por escribirse. Viene a ser un consenso impuesto en nombre de una casta pro hispana, pero que de hispana no tiene y nunca tuvo nada”. Esos argumentos, además de mal expuestos, son simplezas. ¿Dónde está el poder puneño pro hispánico? ¿Oculto en los entresijos de las cuitas de Ayala, en la morada de algún cacique supérstite? No hay tal. Lo que hay es tradición quizá pesada y rutinaria como toda práctica inveterada y donde se evidencia poca voluntad para reajustar el acontecimiento y bautizarlo con otro nombre. Eso es todo. No hay hispanismo, más bien hay insurgente cholismo, sayas hasta en la sopa, muslos despachados o flaquipiérnicos e híper morenadas y contorsiones para todo gusto y disgusto. Entonces el reto es arreglar la fiesta y no torpedearla con vanidades.
Plantea respecto de la equívoca Fundación Española de la ciudad de Puno, sobre la urgencia de” “iniciar procesos de descolonización del falso pensamiento histórico, necesidad de plantear análisis dialécticos de la historia con nuevos instrumentos de desestructuración y contra investigación con una ideología liberadora del pasado negativo” y remata su estéril teorización, que envanece la nadidad, afirmando que existen en Puno y, suponemos que también en Huancané la tierra de donde es originario el copioso poeta, que en Puno hay “pongos intelectuales” que serían cómplices de neocolonialismo en pleno siglo XXI. Todos ese batiburrillo de palabras acumuladas evidencian una gran intoxicación letrada que exagera y maximiza hasta el delirio la existencia de voluntades neo colonizadoras donde solo hay rutina tradicional y repetición monocorde de una festividad que cada año es más opaca. Ayala pergeña una delirante ficción al extremo de sostener que porque se festeja el 4 de noviembre no hay posibilidades de admitir el ejercicio de una interculturalidad constructiva. Cree que un centímetro impide que el metro tenga autonomía y luego en su perorata mezcla el mito para indicarnos que no hay mito en lo que respecta al 4 de noviembre y, entonces el supuesto mito que para él no es mito, desaparece porque no tiene valor como mito y la gente que nunca utilizó el mito se quedó desmitificada, sin enterarse si hubo o no mito. Cantinflas en vida hubiera premiado a este poeta aún no laureado que cuando critica a Puno ofende y agrede creyendo que los puneños que alguna vez lo maltrataron, ningunearon y dudaron de sus calidades sociales y humanas, aún viven.
No olvidemos que ya desde su primer y único retorno de Francia a mediados de la década de los 70, Ayala adjetivó contra Puno en la revista OIGA en una entrevista concedida al poeta Leoncio Bueno y lo hizo de manera descomedida endosándole a la pobre ciudad lacustre de ese entonces, tan pobre y huérfana de linajes como ahora, que la “clase alta” puneña y pro colonial era un obstáculo para el desarrollo local. No reparó que nunca, en ninguna vez existió en Puno clase linajuda y alta, a lo más existieron terratenientes productivos y gamonales explotadores. Habló, también de otras inexactitudes que evidenciaron su patología de circunstancias cuando tenía ocasión de aludir a Puno sin mostrar una auténtica voluntad de esclarecer temas y orientar opinión. En esos años le salieron al frente Iván Cuentas Aparicio, Oscar Gómez Zeballos, Miguel Gutarra Rivadeneira, Ferdy Sotomayor Pinazzo, René Roque Díaz y el suscrito aún menor de edad, porque en esos años la mayoría ciudadana se alcanzaba a los 21 años. Desde ese tiempo Ayala no ha cambiado sigue blandiendo al aire sus palotes y peleando tiza en mano contra pizarras imaginarias rodeado de fantasmas que lo aplauden o atacado por dolores y frustraciones concebidas por él para alimentar su quijotesca incursión pro “historia auténtica” a la que no contribuye sino alude.
Habla de “contra investigación” como técnica necesaria para revelar y develar la naturaleza de lo investigado y descubrir sus fallas, tendencias y las proclividades que han falseado la verdadera historia. Está bien que eso se haga y hay que hacerlo. ¿No podría acometer esa tarea el prolífico escritor y así contribuir a la construcción de la verdadera historia que según él, tanto necesitamos? Arguye sin mayor sustento explicativo que los grupos de poder (¿?’) de Puno por su presunción se aferran al estado de cosas imperante porque siguen mentalmente colonizados. En ese agonizante argumento confunde metáfora con metonimia y rima de manera asonantada y desacompasadamente. Poeta que destila ponzoña frente a todos aquellos que supuestamente no piensan como él ha perdido la brújula del espíritu y encarna la pesadez de la materia.
Afirmar que sus argumentaciones expuestas en el artículo de alguna manera tienen contenido y sentido de historia, es efectuar una evaluación parcial porque al momento no hay revelaciones verosímiles en contrario, no obstante, es viable recomponer ese segmento de historia para asirnos a realidades más creíbles. No obstante, inferir que por esa debilidad circunstancial nuestro futuro cambiará y tendremos más identidad si festejamos otras fechas, es creer que el acontecimiento y la remembranza significan más de lo que intrínsecamente representan. Y Ayala con la pinta menguada del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y luciendo el estereotipo del que se sospecha escritor, lo que más ha demostrado es tener abundancia de pedantería propia del perdonavidas que enrostra su impaciencia a diestra y siniestra luciendo criterios literarios formados con lecturas y opiniones de otros autores, pero deformados por las experiencias de relegamiento y frustración que debió padecer a lo largo de su ya lata vida y que probablemente algún ciudadano puneño de los años 50 o 60, se las infligió.
Alguna vez estuvimos persuadidos que José Luís Ayala Olazával por su prolongada cabalgata literaria podía adquirir calidad de personalidad cultural capaz de generar aprobación entre sus lectores y desempeñar, como escritor prolífico, el papel de creador que aglutina voluntades, de poeta que modela espíritu y subyuga ánimos al abrir caminos de discernimiento estético; pero no, nos equivocamos, su ego lo ha digerido tanto que de él solo queda el aprecio que se tiene a sí mismo y que es más grande que su obra escrita que para muchos ya es exagerada, profusa y audazmente garrafal como para considerarla de calidad. Su fatua enormidad ha fagocitado su propia obra e hipertrofiado su personalidad, en tanto que Ayala como enemigo permanente de los puneños conjuga el verbo ser como si este le perteneciera y cuando habla dice en monótonas alomorfías sintácticas: “Yo soy” “Yo sigo siendo” “Todo lo demás es porque yo lo defino” “Estoy siendo para que los otros hallen su camino”. “Puno no existiría literariamente si no tuviera un hacedor como yo que soy el escritor que más ha escrito”. Su solipsismo sería irrenunciablemente atractivo si fuera un auténtico agonizante, pero solo es un auténtico fabricante de textos que en otras páginas ya tuvieron vida, que es como decir que es autor que divulga lo que otros autores pensaron y escribieron. Como hasta ahora no puede ser y le es imposible proyectarse con humildad y calidad a la forja de pensamientos sociales y directrices, sucumbe ante el márquetin fashion, termina como escritor que escribe tanto que ni el mismo puede leerse, releerse y entenderse. José Luís Ayala Olazával que pronto será un escritor septuagenario y fiel a su estilo de abundar más sobre lo mismo y exprimir un tema sin agotarlo con seriedad y propiedad es probable que el artículo que ha escrito pronto se convierta en la primera piedra o antesala de un futuro ensayo suyo, que luego termine en formato de libro para ir sumando más producciones a las suponemos 3 docenas de textos que han fatigado la vista de los lectores que tantean sus “aportes” a la poética, la historieta, la ensayística, el matraz y la pipeta literaria y todo un conjunto de saberes graficados que no le están vedados dada su versatilidad para hacer obra y culminar en libro hasta el más insignificante significante.
Si hubiera tenido voluntad de esclarecimiento y de aporte en vez de escribir una sábana hubiera sintetizado sin tanto insulso insulto escribiendo, por ejemplo, que: “No se debe festejar el 4 de noviembre porque se trata de una denigrante fundación española que, por lo demás, ocurrió el 9 de septiembre, y lo que se debe festejar es el “Día del futuro” que se celebraría cualquier día del año para sentar las bases de un porvenir alcanzable y punto. Los puneños debemos abominar de España y de todo lo que huela a hispanismo” Pero como a Ayala Olazával le gusta escribir tanto nos agotó con un artículo sobre colonialismo, neocolonialismo, mentalidad colonial y agua de colonia que a los puneños no nos infecta, pero sí indigesta y disgusta.
Convertir el peldaño en escalón para subir en la consideración social y suponerse único en producir obra valedera y trascendente, es su forma andina de agotar temas y tramar realidades que solo y exclusivamente luzcan sus pinceladas, transmitan sus ardores, eclipsen sus frustraciones y subjetivismos y terminen haciendo de la compleja historia y creatividad local, impronta propia y destello de sus fulgores y pasiones. Ayala Olazával se plagia a sí mismo y se repite hasta la saciedad. Para él la historia de Puno debe vivir en consonancia con lo que él siente y consiente. Y por eso siempre que escribe sobre algo que atañe a Puno, lo que le sale y resulta es un tema modelado y apretujado a sus intereses que no son otros que el protagonismo, la alharaca, la showmanía y el rencor destilado contra Puno y sus ciudadanos lacustres. De un real sentimiento de revelación no hay sino orfandad total. En sus estertores de escritor y actor, desde siempre ha pretendido imponernos su aparentemente ilustrada versión de la realidad que no es sino una sesgada visión de las cosas, intentando que no haya suceso o acápite, por muy minúsculo que sea, por donde no pase la regla de su pasión de comisario de la escritura y de árbitro de los sentimientos regionales.
José Luís Ayala Olazával luego de más de “n” libros publicados continúa siendo un antiguo proyecto sin mayor resolución y con escasa significación por su producción de temas agotados que lo vuelven escritor prescindible. Puno, pese a él y sus diatribas, seguirá festejando lo que festeja y continuará impertérrito caminando hacia la adquisición y fragua de una identidad sin comisarios ni tutelajes. Hasta ahora todo lo que ha dicho y escrito es rebatible al tiempo de ser insufrible. Así de simple. Los puneños pueden continuar bailando el 4, el 2, el 8 y cuando les parezca que deben hacerlo. Al final cualquier fecha es una coartada para la diversión.
Finalmente diré que mejor hubiera sido que el escritor produjera un soneto memorable, una línea que cruzara el tiempo y venciera al olvido, antes que tanta palabrería con ego que obstaculiza el libre tránsito y atosiga el entendimiento. O en todo caso, sostenemos, como muchos puneños ya lo expresan, pero en voz baja, que José Luis Ayala Olazával, pudo ser alguien significativo que probablemente habría logrado sus propósitos si no fuera por culpa de él, de su ego y de sus numerosos escritos que desdibujaron su condición de poeta. Esos puneños de soto voce rematan su opinión afirmando que si el poeta de los años 60 guardaba silencio y no hubiera escrito ni una sola palabra, habría pasado a la inmortalidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario