martes, 1 de febrero de 2011
Aporía, la duda de la luciérnaga o sus heridas deshojadas
Ciertos sentidos aparecen anticipados en el título de todo libro. Son, en todo caso, sentidos sugeridos que confirmará, ampliará o negará el texto. En esta función de prolepsis, la idea de dificultad y de imprecisión en la referencia está presente. En el contexto, luciérnaga adquiere el sentido de símbolo que representa la propia actividad creativa, la poesía misma, y más allá, al propio autor, pasando, claro está, por el enunciador implícito de estos versos. Luciérnaga es la iluminación esforzada y tenue, el vuelo fosforescente, que activa la oposición noche/día. Vuelo en el que los versos pueden ser “heridas deshojadas”. Así, en este libro de Gabriel Apaza, aparece antelada una imagen de la poesía, pero también una imagen del enunciador, y más allá de él, una imagen del autor, y un adelanto de la naturaleza del propio discurso poético.
El conjunto tiene unidad, porque los poemas expresan sentimientos y situaciones de un sujeto, que especula sobre la existencia, sobre sus relaciones con la poesía y el amor, y todo esto referido desde una perspectiva poética. Esta poesía bien podría ser calificada de testimonial, pero es reticente a lo figurativo, a la referencialidad. El contexto está allí, como es obvio, sólo que su alusión no es a través de marcas lingüísticas que indican directamente el mundo exterior. El espacio y el tiempo nos llegan sorteando una atmosfera un tanto nebulosa, a través de deícticos que operan no como elementos de remisión, sino como signos que difuminan, trascienden y transfiguran esa realidad, para fundar otra en la que poesía es medio y fin. (Juan Alberto Osorio)
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