martes, 19 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa y Puno


Escribe: Walter Paz Quispe Santos

El reciente Premio Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa, no sólo lo ha ganado él como escritor sino toda una sucesión de lectores que lo han acompañado permanentemente leyendo sus clásicos como “Conversación en la catedral”, “La Casa Verde”, “La guerra del fin del mundo”, “La fiesta del chivo” o sus memorables ensayos reunidos en “Contra viento y marea”, y otros. Pero en el caso de los lectores puneños existe una especie de sentimientos encontrados por su visión de la realidad y sus maneras de construir la ficción donde Puno siempre aparece en sus obras sobre todo en “La ciudad y los perros” y “Pantaleon y las visitadoras” como un lugar de castigo. En estas obras Vargas Llosa hace que sus personajes como Gamboa sea desterrado a Juliaca o el Capitán Pantoja sea castigado a Pomata.

La crítica ha demostrado suficientemente con argumentos claros sobre la influencia de la ideología del escritor en el fuego creador de la ficción. Y en efecto, tal parece que los andes y sobre todo Puno; no es de agrado en sus novelas y menos en sus ensayos o memorias como “El pez en el agua”. Pero si hay algo que los puneños le debemos a Mario Vargas Llosa es haber reivindicado a Carlos Oquendo de Amat al recibir el Premio Rómulo Gallegos al hablar sobre las condiciones difíciles que atraviesan los artistas para regalarnos productos culturales de calidad humana y profundidad estética.

En aquella oportunidad Vargas Llosa en Caracas el año 1967 expresó sobre Oquendo de Amat, lo siguiente: “Hace aproximadamente treinta años, un joven que había leído con fervor los primeros escritos de Breton, moría en las sierras de Castilla, en un hospital de la caridad, enloquecido de furor. Dejaba en el mundo una camisa colorada y Cinco metros de poemas de una delicadeza visionaria singular. Tenía un nombre sonoro y cortesano, de virrey, pero su vida había sido tenazmente oscura, tercamente infeliz (…) Y sin embargo, este compatriota mío había sido hechicero consumado, un brujo de la palabra, un osado arquitecto de imágenes, un fulgurante explorador del sueño, un creador cabal y empecinado, que tuvo lucidez, la locura necesaria para asumir su vocación como hay que hacerlo: con diaria y furiosa inmolación”.

Estas palabras contrastan con la otra mirada que tiene Vargas Llosa de Puno. En “El pez en el agua” sentencia después de su infructuosa incursión en la política: “Sobre todo en Puno, uno de los departamentos más miserables (y más ricos en historia y belleza natural del país) Todas mis giras puneñas fueron objeto de violentas contramanifestaciones” más abajo recuerda: “En otra gira, el 10 y 11 de febrero de 1990 nuestros dirigentes nos hicieron irrumpir en el estadio, durante las fiestas de la Candelaria. Y ya he contado cómo nos recibió la lluvia de proyectiles…pero me derribaron al suelo ignominiosamente…”

El hijo mayor de la familia Alvaro Vargas Llosa también corrobora las fobias e intimidades de la campaña presidencial de su padre, en su libro “El diablo en campaña” publicado el año de 1991, y dijo lo siguiente de Puno: “En cambio si hicimos una visita temprana en la campaña al departamento de Puno, donde era fuerte la presencia de la izquierda y presentíamos que la presencia del campesinado quechua al mensaje de la libertad sería grande debido al arraigo de las costumbres colectivistas heredadas del velasquismo a pesar de que ya hay un movimiento parcelero importante, y en vista de la casi nula comunicación entre este pedazo del Perú profundo y el mundo occidentalizado de la costa”.

“La visita a puno –dice Alvaro_ contra todos los pronósticos fue un éxito…Se abría también a las ideas de la modernidad con calidez y curiosidad, sin duda llevado por la inhumana miseria y el largo olvido de que son víctimas sus habitantes…No falta por tanto la hostilidad”(…) “Uno de los dirigentes del Movimiento Libertad tuvo la peregrina idea de que el candidato presidencial irrumpiera de pronto en la fiesta de la Virgen de la Candelaria en pleno estadio de Puno, donde miles de campesinos entregados al placer de la chicha celebran cada año esta significativa ocasión. La súbita aparición de Vargas Llosa…provocó inicialmente un gran desconcierto entre los asistentes e inmediatamente después, entre un grupo de exaltados entre los que estaba parte de la dirigencia izquierdista local, desató una lluvia de mazorcas de maíz contra el intruso. Una de ellas impactó en el rostro de mi padre y le hizo perder. Las imágenes que llegaron a Lima para la televisión, sin embargo fueron óptimas, borrando el audio, se veía a un Vargas Llosa político en ademán de saludo a las tribunas, mientras que los insultos ahogados que desde las tribunas llovían sobre la cancha parecían en las imágenes sin voz, grandes vivas electorales…”

Puno le debe un agradecimiento a Vargas Llosa por lo de Oquendo de Amat y una pregunta del por qué su incomprensión con el mundo andino. Tal vez analizando esas contradicciones comprendamos “las cartografías de las estructuras del poder y acerada imagen de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo” por lo que le otorgaron el Nobel de Literatura.

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